martes, 15 de marzo de 2011

Caperucita camina sola

Un cuento actual, actualizado, sobre el miedo al espacio público y la autonomía infantil. Un poco siniestras las ilustraciones. Un mensaje esencial.

La exposición "Caperucita Camina Sola. La reintroducción de la infancia en la ciudad", reflexiona sobre las dificultades de niños y niñas en su relación con el medio urbano, centrando especialmente la atención en aspectos urbanísticos, de movilidad y culturales-educativos. Asimismo, se aproxima a la importancia del camino escolar como un espacio de ensayo de la autonomía infantil y de mejora de las ciudades (aportando un vídeo sobre el tema como recurso complementario) y también a algunas iniciativas puestas en marcha en diversas localidades que tratan de hacer de las calles un espacio más seguro y amable para la infancia.

Esta exposición del CENEAM (Centro Nacional de Educación Ambiental) ofrece un acercamiento atractivo y multidimensional a un asunto complejo que presenta múltiples perspectivas, y puede ser un recurso especialmente interesante para aquellas administraciones y organizaciones que están desarrollando programas educativos de mejora urbana con participación infantil o que centran su trabajo en la movilidad.

La exposición consta de dos partes que se complementan: una es un cuento para los más pequeños, y otra son unos paneles con información suplementaria para los adultos.

Entre los paneles para los adultos encontramos algunas joyas:


Y esta historia:


Hoy nos ha tocado transportarla y montarla. Tiene peso.


Gracias a Roberto por aportarnos este video.

1 comentario:

  1. Publicando este cuento en un blog de bicicleta, y por las referencias al coche como el lobo del cuento, creo entender que se culpa al coche de que los niños no pueblen la calle sin vigilancia.

    Y eso tiene su trampa.

    Pasada cierta edad mínima, en que confías que tu hijo/a no meta los dedos en los enchufes, los coches no suponen mucho más peligro: en las calles y garages, se cruza siempre en verde, y mirando: fácil. Eso lo pueden controlar ellos mismos, porque depende de ellos. El accidente puede ocurrir igual aunque yo lo lleve de la mano.

    En los columpios no hay coches, ni dentro de los hipermercados, por ejemplo. Y tampoco allí dejo sólos a mis niños. ¿Por qué? No por los coches, ni por el lobo feroz, sino por las personas, por las que puedan venir, o llevar.

    Es posible que nos hayamos vuelto un poquito paranoicos con la seguridad, en general. Ahora llevamos casco para montar en bici o patines (no sólo los niños), nos ponemos cinturones de seguridad, y utilizamos sillitas de retención infantil (en mi caso, no por la multas, de hecho, me enfado cada vez que tengo que coger un taxi y no están obligados a llevar sillas para los niños).

    Y es cierto que el mundo, en general, funciona por buena voluntad. Pero nadie asegura que todo el mundo la tenga, de hecho, sabemos que hay quien la tiene mala.

    E igual que requerimos un recibo cuando pagamos una cantidad importante, o para recoger algo en depósito, nos exigen identificarnos para recoger al niño/a del colegio, y lo agradecemos, porque es lo más importante para nosotros.

    Por eso mismo, no van sólos por la calle. Minimizamos riesgos. Profilaxis.

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