lunes, 21 de noviembre de 2011

Todos los ciclistas somos buenos...

... y todos los automovilistas son malos

Eso es lo que parece que haya algunos que quieran defender.

Aunque ya de por sí visto escrito resulte patético, a veces es sorprendente comprobar la estulticia de algunas personas que insisten en mantener este tipo de posiciones en público y en privado. Seguro que tú tambien conoces a alguna de ellas. No es cuestión de poner en evidencia a nadie, sino más bien de tratar de poner las cosas en su sitio, porque a veces es necesario recordar hasta lo obvio. Así somos.

Pues resulta que (¡dios cómo cuesta!) no hay buenos ni malos, ni siquiera mejores o peores dependiendo del vehículo que utilizan, aunque este reduccionismo al albur de esta fiebre de la movilidad sostenible pareciera justificado y hasta justificable. Pues no. De todo hay. Buenos, malos, regulares, peores y mejores, dependiendo del ojo que les ajusticie y dependiendo del motivo del ajusticiamiento. Lo que sí hay en todos los bandos es ineptos, energúmenos, desconsiderados, incívicos, estúpidos y engreidos. Pero no depende del vehículo que utilicen, sino que es una cuestión más intrínseca de las personas. Pero la cosa está tan salida de madre en estos tiempos locos que corren, donde las generalizaciones absurdas y los absolutismos maniqueos campan a sus anchas, que parece que hace falta recordarlo.

No, señoras y señores, no está en el coche, la estupidez se alberga en las mentes raquíticas de muchas personas que, aunque sean una insignificante minoría, destacan y se hacen ver de manera inequívoca, flagrante, orgullosa, insultante, provocativa e insensata. Y sin embargo, como somos así de bienpensados, seguimos creyendo que todo el mundo es bueno, salvo que se demuestre lo contrario, y así damos crédito a cualquiera y nos confiamos. Es ese uno de los fundamentos gracias al cual esta sociedad funciona, mal que bien.

De la misma manera, la bondad, la solidaridad, la honestidad, la empatía o el sentido común no se adquieren por el mero hecho de ir montado en una bicicleta, como si estuviera bendencida o te ungiera de un karma especial.. Nada que ver. Y sin embargo hay muchos que se emperran en defenderlo. De hecho, muy poca gente es capaz de sospechar que andar en bicicleta  pueda no llegar a ser aconsejable en determinadas condiciones, porque se nos han vendido tanto sus bondades que pareciera descabellado tratar de ponerlas en cuestión en ningún caso.  Pues no.

Malos conductores, malos ciclistas, malos peatones = da por **** vivir en una ciudad...
Parece mentira, insisto, que haya que recordarlo, pero el ejercicio de cualquier actividad en un espacio público puede estar suficientemente justificado siempre que se cumpla con los principios más básicos de la legalidad, el respeto y la seguridad. Y como tal debiera ser exigible a cualquiera comprenderlo y no andar prejuzgando a nadie alegremente por su elección, si hablamos de movilidad, sin tener en cuenta sus circunstancias. El ejercicio debería ser más bien el de promover la elección más adecuada a cada desplazamiento, atendiendo a esas circunstancias y a la disponibilidad de medios al alcance de cada cual, y, más que eso, habría que promover el civismo, la educación, la consideración y el reconocimiento del libre albedrío de los demás tanto como el de uno mismo, y a partir de ahí trabajar por buscar el bien común, espacios más humanos y ciudades más habitables. Y denunciar al que no siga estos principios.

Nada más... y nada menos.

2 comentarios:

  1. Muy bueno.

    Gracias por rescatar la "Agenda 21 del ciclista urbano"

    Saludos

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  2. Yo creo que el mal endémico de nuestros días es la mal entendida prisa, el mal enfocado estrés que promueve la sociedad tan competitiva que nos han "vendido" en la que nos debemos integrar. De ahí vienen las salidas de tono desde cualquier vehículo rodante, las interpretaciones personalísimas y la búsqueda y captura del enemigo (el coche para los de la bici, la bici para los del coche, el peatón para los de la bici y el coche, y las variantes que el talento aritmético nos permita). Todo se mete en la cocktelera, se agita desde primera hora de la mañana, por la noche del cansancio no nos ponemos a reflexionar sobre nuestras conductas, y el resultado es el que vemos día a día. Esto se ve de contínuo, aunque también es cierto que cuando se mitigan los extremos, cuando las acusaciones impropias de los ciudadanos, excluyentes entre sí, dan pequeños giros de comprensión para con el "contrario" podemos darnos con un canto en los dientes, y saborear dichos gestos que nos identifican con una lógica que, como bien dice Eneko, nunca deberíamos perder. Por mucha prisa que llevemos encima, y por muchos enervantes gestos los que podamos sufrir los que habitamos y circulamos por nuestra ciudad, lugar que nos da de comer, y al que debemos un respeto innegociable.
    Saludos oraintxeros

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