jueves, 28 de julio de 2011

El medio es el mensaje

Es innegable que, como decía el maestro McLuhan, el medio que se elige para comunicar condiciona el mensaje. Lo que hoy quiero recoger es la oportunidad de utilizar el medio urbano, la calle, para componer mensajes directos, diferentes, sugerentes y trascendentes relacionados con la movilidad.

Hace semanas hacía referencia a la campaña que lanzó el ayuntamiento de mi ciudad utilizando los pasos de peatones como soporte para, mediante el recurso artístico de rediseñar las bandas blancas para convertirlas en perros y en cocodrilos con la dudosa intención de concienciar a nuestros menores en las inmediaciones de los colegios del peligro que encierra la carretera. En este caso, el miedo es el mensaje.


Este recurso de utilizar los pasos de cebra como fuente de inspiración es algo muy socorrido y muy recurrente. Basta con recordar al gran maestro en este arte como fue Roadsworth:


El otro día un fabuloso artículo en Plataforma Urbana recogía la iniciativa de la ciudad de Curitiba con esta misma idea para hacer una campaña de carácter más artístico.



Conocemos los más literales, que dan informaciones temibles a los infaustos peatones:


En la misma ciudad en la que recuerdan el peligro de andar en moto con estos fantasmas:


Para recordar a los ciclistas fallecidos también se utilizan bicicletas fantasmas:


Pero hay otros pequeños detalles que pueden resultar igualmente efectivos a la hora de transmitir un mensaje en la calle a través de la acción gráfica urbana. Ahí van unas cuantas ideas que he recogido por ahí:

Pintadas tridimensionales chocantes invadiendo la carretera (California)

Imágenes ciclistas tópicas en lugares elegidos (Londres)

Charcos de pintura surcados por vehículos dibujando trayectorias multicolores (Berlin)

Utilizar el coche propio para soportar un mensaje como éste

O un bus público para enviar este otro ("Soy una cita fácil") bajo la campaña general "Engaña a tu coche una vez a la semana" (Dublin)

Yo me sigo quedando con esta "biciacción" consistente en hacer una "despintada" limpiando un mensaje en un muro donde la polución ha ensuciado tanto, que ofrece una buena pizarra y aporta un contraste suficiente. Sin duda genial.



Y recuerda: "El arte es para ser encontrado entre la gente, no entre los muros de un museo"


Se aceptan sugerencias.

martes, 26 de julio de 2011

Kamikafres

Hoy quiero dedicar mi más profundo desprecio hacia aquellos cuya actitud al volante pone en riesgo la seguridad de los demás. Aquellos que menosprecian tanto sus vidas como las de aquellas personas que les rodean, tanto permanente como ocasionalmente, y las ponen en juego a golpe de volante y acelerador. A toda esta banda de "kafres" que tratan de demostrar a bordo de sus vehículos todo lo que probablemente sean incapaces de conseguir en sus vidas de a pie. A todos esos que invaden las zonas de seguridad, esas que ahora la DGT quiere recordar que existen mediante flechas que así lo indicarán. ¡Como si fuera suficiente!

Me parece especialmente despreciable que lo hagan con exhibicionismo.

El problema es que esta chulería provoca "accidentes" (por llamarlos de alguna manera) que se cobran muchas víctimas inocentes. Personas que, sin comerlo ni beberlo, se ven involucradas en situaciones que, en el mejor de los casos, marcarán sus vidas. Y que esa chulería, esa actitud prepotente, se alienta desde distintos círculos. El más evidente: la Fórmula 1 y su extrapolación a la vida cotidiana. Declaraciones como las que se permitió realizar "nuestro" Fernando Alonso en respuesta a la limitación de la velocidad a 110 kms/hora no fueron sólo desafortunadas en este sentido, sino que venían a decir que el que va a esa velocidad o por debajo de ella es aburrido, ridículo o imprudente.

Uno de los nuestros

Lo prudente debe ser ir a la velocidad límite o, como hacen los listos, a ese 10% más que es el margen de error de los radares. Lo prudente debe ser hacer salidas espectaculares, zigzaguear entre lentos y torpes para ganar posiciones, hacer "poles" en semáforos y "vueltas rápidas" en rotondas, siempre en tráfico abierto claro.Y va a dar igual en qué vehículo te muevas. Ser temerario, despreciar la vida ajena como se desprecia la propia, conducir invasivamente, agrediendo con tus trayectorias, frenando tarde, mal o nunca, accionando todas las interfaces que tengas a tu alcance, acelerando compulsivamente, para demostrar que eres "uno de los nuestros".

Y si provocas algún "accidente", no cometas el error de parar a ver qué ha pasado. No seas insensato. Eso es de débiles. Practica eso que los norteamericanos llaman el "hit & run" (golpea y corre), como hizo ese en Pozuelo de Alarcón la semana pasada. Más si uno de esos grupos de "erizos" se cruzan en tu camino reivindicando su derecho a circular por tu calzada. ¡Infelices!



Una de mis personas queridas cuando ve a uno de estos kafres, dice que permitir conducir a estos individuos es como dar una metralleta a un mono... y no le falta razón.

Aquí tenemos a una cuadrilla de esos homínidos que, no contentos con haber intimidado a un ciclista hasta hacerle echar pie a tierra, vuelven para "mejorarle el castigo", por haberse atrevido a compartir la calzada con ellos.



El problema mayor viene cuando ya se es un mono y no se cuenta con uno de esos "acorazados" para hacer idioteces en la vía pública.



En alguna parte del mundo, alguno ha reconocido su condición de criminal, aunque parece algo debido más a un momento de debilidad que a otra cosa.

domingo, 17 de julio de 2011

La delgada linea blanca

Imagínate que eres un erizo. Ese simpático y torpe animal. Que tienes tu familia, igual de simpática y torpe, y que, al lado de tu casa, de la casa de siempre, donde ha vivido tu familia durante generaciones, a alguien le da por construir una fabulosa carretera justo en el trayecto entre tu casa y el río, el lugar donde está el agua, la comida y el refresco.

Jamás hubieras podido imaginar que aquella línea blanca iba a marcar de una manera tan determinante el futuro de tu familia, que iba a diezmarla de manera que ni los zorros, ni las rapaces, ni las comadrejas habían podido hacerlo durante siglos.

Siempre, desde que se inventó la rueda, los erizos habían sido víctimas en el camino de otros, pero esto marcaba una diferencia. Ahora la velocidad de los carros era incontrolable y la anchura del camino se había quintuplicado. Y eso se hizo infranqueable para los miembros de tu familia, a la que la necesidad les hacía seguirlo intentando aunque fuera por la noche.


Hasta que un día vieron caer a un zorro, y después a un jabalí, a una liebre, a una comadreja y hasta a un ciclista. Sí, un ciclista, ese animal de dos ruedas que corre menos que los de cuatros, pero que también va montado por "uno de ellos". Ese día supieron que, si querían sobrevivir, tendrían que cambiar su vida, su residencia y su forma de moverse, que habían perdido la libertad, que ya no podían elegir sus itinerarios porque aquella frontera era mortal.

Hoy en día todos nos hemos convertido en erizos, si no viajamos en un automóvil. A todos, esas fabulosas carreteras, autovías, rondas y circunvalaciones nos han condicionado la forma de desplazarnos en nuestro entorno, desde nuestra casa hacia donde solíamos ir. Y buscamos ratoneras en forma de pasarelas y pasadizos, carriles bici y semejantes. Vivimos angustiados por la certeza de que, tarde o temprano, sabremos que esta delgada línea blanca ha vuelto a cobrarse otra víctima, entre los nuestros, entre los débiles, entre los lentos.



Lo que tampoco imaginaban aquellos erizos era que precisamente aquella línea blanca les iba a hacer estrellas de la televisión. Desgraciadamente. Paradojas de la vida.

jueves, 14 de julio de 2011

Sujétame la bici mientras beso a tu novia

Es el eslogan que propone el pope del cicloblogging internacional Mikael Colville-Andersen (en la foto) como motivo de una de sus camisetas con mensaje.



No le falta razón. Hay mucho imbécil por ahí (y por aquí también) que no se bien por qué motivo se obstinan en mantenerse sobre su bicicleta hasta cuando circulan por zonas peatonales acompañados por estupendas chicas que caminan a su lado.


No se qué extraño placer encuentran en eso, no se qué tipo de relación quieren proponer, no se qué tipo superioridad se creen que les otorga esa posición o que tipo de inferioridad adolecen, pero creerme que se ven ridículos, violentos, distantes. La bici en estos casos más que acercar a las personas levanta barreras entre ellas.

Si quieres a tu chica, bájate de la bici y camina con ella. Hazte ese favor. La bicicleta al lado funciona igual de bien y, además de mejorar tu presencia y tu actitud, no se va a poner celosa. Te lo digo por experiencia.

A menos que lo que te pase sea que prefieres a la bicicleta que a la chica. Entonces atente a las consecuencias.

miércoles, 13 de julio de 2011

El cepo protector

Hoy os voy a contar una historia. Es la historia de una persona que se había comprado una flamante bicicleta para su uso urbano, después de que le hubieran robado anteriormente otras tres. Una persona que, ya de por sí, rompía esas estadísticas que dicen que entre un 25 y un 30% de las personas a las que les roban la bici no vuelven a comprarse una. Era una persona feliz, estaba orgullosa y disfrutaba de su nuevo vehículo cada día, cada paseo, cada viaje. Como en una película...


Hasta que hace cosa de una semana. Cuando se disponía a realizar uno de sus desplazamientos habituales... vió que la bicicleta que había dejado candada le había desaparecido. ¿Quéeeeeeeh? Un escalofrío recorrió su cuerpo. Una mezcla de rabia, impotencia, pena y ansiedad. Un "ahora qué hago yo". Son momentos de desorientación, de vacío. ¿Por qué no habría comprado un candado 20 euros más caro que me garantizara mayor seguridad aunque pesara un poco más? ¿Cómo he sido tan confiado de haber dejado tanto tiempo la bici aparcada aquí? o ¿Quién será el cabrón que se dedica a robar bicis?

Tras unos minutos en esas cuestiones, se fue andando a donde iba a ir, por suerte, cerca. Se sentía un inválido sin su bicicleta, maldecía su suerte. Pasaron unas horas. Estuvo sopesando denunciar el robo. Lo tenía todo: una descripción detallada, una factura con el número de serie del cuadro... y sin embargo, cuando se disponía a hacerlo y ya estaba en las dependencias de la Policía Municipal, decidió preguntar primero en el depósito de vehículos, donde se recogen también las bicicletas que se dejan abandonadas en la ciudad y que rara vez son reclamadas por sus dueños.

Así era
Así quedó
Como prueba tenía la esperanza que le sirviera la tenencia de la llave del "cepo", ese candado de cuadro que tan insistentemente le recomendaron donde se la compró, como algo realmente práctico.

Con la mejor cara de buena persona se presentó ante el funcionario que gestiona el depósito y cuando fueron a ver las bicis ¡zas! ¡Ahí estaba la suya! Casi intacta. Se acercaron. Nuestro protagonista se emocionó. El funcionario se quedó impresionado del sentimiento. Pero quedaba por ver si valía la prueba. ¿Estaba el cepo? ¡Por supuesto! Aunque había sido forzado, no habían conseguido violarlo y continuaba abrazando la llanta tenazmente. Probó la llave y giraba, aunque el candado no se podía abrir completamente por el maltrato que había sufrido.

Salió ufano, obnubilado, incrédulo todavía de la eficacia de aquella herradura fiel que había aguantado el ataque de los ladrones. La rueda estaba tocada, el cuadro tenía unos cuantos golpes, pero, en general, la bici estaba impecable. Nuestro hombre se apresuró a llegar a casa y llamó rápidamente a la tienda donde la había comprado para contarles su peripecia y poder rehabilitar su bicicleta. Cuando le cogí el teléfono aún estaba alterado, con la respiración entrecortada, emocionado y, sobre todo, agradecido.

-- El cepo me ha salvado, el cepo... ¡gracias!

Hoy ha llegado otra persona a la que también habían intentado sustraer la bicicleta y que tenía otro de estos artilugios instalado. Han cedido las bridas de sujeción, pero el cepo ha continuado bloqueando la rueda y el ladrón la ha dejado unos metros más adelante. El dueño de la bici sonreía.

-- No es la primera vez que me pasa. Estos cacharros son una gozada.

Yo llevo 15 años usando estos inventos que en paises como Holanda, Dinamarca, China o India son absolutamente universales y creo que es uno de los sistemas que mayor utilidad ofrece para el que, como yo, utiliza la bicicleta para hacer todos sus recados. Hay sistemas más seguros, hay otros complementarios, pero este está siempre ahí, en la bici, integrado, con su llave residente. Es como el arranque y el freno de mano. No me imagino ir a por mi bici de reparto y no palparme el bolsillo para comprobar que tengo la llave. Me da seguridad.



No esperes que el cielo proteja la integridad de tu bicicleta y garantice el disfrute de tus futuros paseos en ella y hazte con un buen candado si vas a dejarla en la calle sola, aunque sea un minuto. Si la quieres, protégela. Merece la pena.

martes, 12 de julio de 2011

Dieta de asfalto

Estamos en días de fiestas, de desenfreno, de gula. En estos días la ciudad está cambiada, adaptada, la movilidad está muy condicionada, desplazarse incluso en bicicleta por determinadas zonas representa todo un reto, la ciudad ha ampliado los espacios dedicados exclusivamente a los peatones y eso crea un nuevo mundo. Es un mundo irreal, provisional, efímero. Es una ciudad que dura unos días, una semana. Y, sin embargo, merece la pena reflexionar sobre algunas situaciones o circunstancias que se propician y que ofrecen la oportunidad de comprobar cómo otro orden de cosas podría ser posible.

En Pamplona...

Pamplona es una ciudad amurallada asentada en un altiplano, como tantas otras en el mundo, a la que se accede por cuestas y puentes (o por ascensores). En estos días festivos, en los que la actividad es eminentemente lúdica, la ciudad se convierte en un parque de atracciones, en un espacio de convivencia que sólo tiene sentido para peatones. Es una ilusión, desde luego, pero revela algunas oportunidades que vale la pena analizar.

Hay una especialmente interesante que afecta a la redistribución del espacio en algunos de esos accesos. En una de esas fabulosas cuestas, que curiosamente cuenta con una cierta circulación peatonal y ciclista durante todo el año, la distribución del espacio es de 2 metros para la circulación peatonal y ciclista (o cicleatonal si se quiere, aunque la subida por la calzada es realmente comprometida) y 12 fabulosos metros para la circulación automovilistica ordenada en 2 carriles en cada dirección. Nada nuevo. Este tipo de ignominia de los no motorizados es muy común en nuestra ciudad (como en tantas otras).

... por San Fermín...

El caso es que en estas fechas la cosa cambia, por motivo, sobre todo, de la deslocalización de la feria de atracciones, que se ha desplazado del centro y se ha bajado al pie de la muralla, justo al lado de donde los toros reposan su último descanso. Y lo que era una miserable acera malcompartida se convierte en un paseo de 5 metros que posibilita un tránsito placentero y da la oportunidad a los ciclistas de subir la cuesta tranquilamente. La operación es simple: basta con quitar un carril a los motorizados y dárselo a los no motorizados. De esta manera, además, dejando la circulación reducida a un carril, las bicicletas pueden bajar ocupándolo disuadiendo a los automóviles de hacer adelantamientos temerarios que los pongan en peligro. Una gozada.


... a comer asfalto

Este tratamiento, también conocido como "road diet" (que yo he querido traducir como "dieta de asfalto"), es una de las herramientas más valientes pero también más necesarias para convencer a los automovilistas de que la ciudad ha vuelto la mirada a los más tranquilos. Esto se ha hecho en muchos sitios de manera muy acertada, actuaciones emblemáticas, muy contestadas, pero que han supuesto cambios cualitativos espectaculares. Un ejemplo muy famoso, pero que no nos cansamos de recordar, fue la transformación del Paseo de Miraconcha en Donostia, una de las arterias principales de la ciudad a la que se quitó un carril para dárselo a las bicicletas.

El resultado de estas operaciones quirúrgicas es siempre revelador. En primer lugar se produce un pequeño infarto circulatorio, provocado por la congestión deseable generada, que desata todo un temporal de quejas y malestares (vecinos, comerciantes, políticos y visitantes) que hay que estar dispuestos a capear. Pero lo que ocurre a continuación es que la circulación se autorregula y se redistribuye, se ralentiza, se calma y sigue fluyendo. Al final la gente toma sus decisiones, utilizan otras rutas, otros medios para llegar a sus destinos, y lo que era un trauma en primera instancia acaba normalizándose, se reequilibra en cuestión de horas o, en el peor de los casos, de días. Así de fácil.



Hay muchas oportunidades para hacer experimentos de este tipo y observar las consecuencias. El problema es querer.

Además, esta "dieta de asfalto" puede producir efectos colaterales de adelgazamiento entre la población que se ve afectada por la misma, ya que obliga a realizar viajes más activos y a adoptar hábitos de vida más saludables al ofrecer mejores oportunidades a los desplazamientos no motorizados y disuadir del uso del coche. Yo me estoy sometiendo a una dieta intensiva de asfalto y ya llevo recorridos unos cuantos miles estos últimos meses utilizando combustibles comestibles y tracción humana. Muy recomendable.

Mientras tanto otros siguen dándole al engorde. Ya reventarán.

viernes, 8 de julio de 2011

Inseguridad vial

Dos personas han perdido la vida en Pamplona en tan sólo unos días atropelladas en sendos pasos peatonales. En sendos pasos peatonales, repito. Paradójicamente los lugares mejor señalizados y presuntamente más seguros para que los viandantes crucen las carreteras.

Me cuesta pensar que ambas personas, una de 60 y otra de 87 años, accedieran de manera imprudente a estos pasos. Entonces ¿de qué depende la seguridad cuando se cruza una carretera?


Culpabilizando al peatón

Hace tres años el Ayuntamiento de Pamplona lanzó una campaña para concienciar a los peatones de la importancia de cruzar por los pasos de cebra. El año pasado se hizo toda una operación de pintado y vallado de pasos peatonales y una prueba haciendo pasos asimétricos. El problema en todas estas actuaciones es el mismo: sólo se responsabiliza a los peatones de su imprudencia al acceder a las carreteras. De hecho, implícitamente se les culpabiliza de las consecuencias de ello. A las víctimas. A los más indefensos. Justo donde les respalda todo el derecho.

Y sin embargo no se hace nada por concienciar a los automovilistas para actuar sobre la causa de todas estas situaciones. Porque la verdadera causa de todas las muertes por accidente de los peatones son los automóviles. Pero sobre eso no hay nada que hacer, por lo visto. De hecho, ese no debe ser el verdadero problema para nuestros responsables. Los peatones, sí.


¿Para cuándo la reducción de velocidad?

Varios estudios realizados aseguran que reduciendo la velocidad de circulación en ciudad a 30 kms/h disminuirían los accidentes graves en un 85%. Estos estudios, que han sido hechos públicos por la DGT han servido para argumentar la limitación de la velocidad en calles de un solo carril por sentido a 30 kms/h, aunque el cambio del código de circulación todavía no se ha producido.

¿Y para cuándo el replanteamiento de la ciudad?

Pero todavía falta por hacer un análisis más profundo sobre la manera en que nos desplazamos en la ciudad, sobre la dispersión urbanística y de las actividades que nos ha hecho en pocos años dependientes del coche, sobre la preponderancia de este medio de transporte respecto a otros más respetuosos y amables, sobre la agresividad y la prisa como actitudes consentidas y generalizadas, sobre el deterioro de los espacios públicos como lugares de encuentro y de convivencia, sobre el progresivo aislamiento, sedentarización y pasivización de la población, sobre la falta de civismo, sobre el retraso de la autonomía de nuestros menores y el adelanto de la de nuestros mayores…


En fin, es muy fácil justificar las inercias adquiridas y hablar de mala suerte, pero hasta que no replanteemos la movilidad, no estaremos intentando atajar el mal que más muertes produce en nuestra sociedad actual.

martes, 5 de julio de 2011

Muerte por la vía rápida

Hoy he sabido de la muerte de otro peatón. Peatona. En un paso de peatones. Por el despiste de un conductor. Conductora. Que no le vio. Que no le dio tiempo a verla. Por ir rápido. Demasiado rápido. Terrible. Real. Como la vida. Como la muerte.

No es el momento de analizar las causas y las circunstancias exactas de este accidente. Pero sí el de reflexionar otra vez más (las que hagan falta) sobre la forma en que nos desplazamos en la ciudad. Sobre la importancia de la velocidad en la peligrosidad y en la gravedad de los accidentes cuando estos se producen. Ahora precisamente que se ha recuperado la velocidad punta en carretera.

Campañas como esta son las que no ayudan

Ahora es el momento de preguntar de nuevo dónde se ha quedado el propósito de reducir la velocidad en las zonas urbanas que a bombo y platillo anunció la DGT como elemento clave para mejorar la seguridad de los más indefensos, es decir, de peatones y ciclistas. La vía en la que se produjo este accidente es una de esas vías a las que hubiera afectado esta limitación, ya que sólo cuenta con un carril por dirección. A 30 kms/hora probablemente esto no hubiera sucedido.


No es el momento de lamentarse, es el momento de reaccionar, de exigir. Las promesas no sirven. No más apología de la prisa, no más prevendas a la movilidad motorizada, no más culpabilización de peatones y ciclistas. Sin peatones no hay ciudades posibles. Todos somos peatones. Los pasos de peatones no garantizan la integridad de los mismos, así hay que ponerse manos a la obra para mejorar la seguridad de los que vamos a pie.

Hay cosas sencillas como defender más los pasos peatonales, ampliarlos, eliminar plazas de aparcamiento contiguas, adelantar las plataformas de acceso a los mismos, elevarlos, anunciarlos, iluminarlos... pero hasta que no se trabaje de una manera definitiva sobre la causa del peligro, todo serán parches. La causa es la velocidad de circulación de los coches, la falta de prevención de muchos conductores y la escasa educación vial generalizada.


Hoy no son las bicis, porque los que hemos elegido ese modo de transporte de manera prioritaria, también andamos, como los demás. Aunque, por desgracia, muchos de los que circulan en bicicleta lo hacen por las aceras y por carriles bici invisibles para el tráfico y se juegan el tipo cuando se cruzan desde esas plataformas. Así que también va por ellos.



Lo digo el mismo día que me he enterado que, en mi ciudad, el nuevo gobierno local ha decidido eliminar dos direcciones generales y sólo dos: Movilidad y Educación. ¿Coincidencia?

domingo, 3 de julio de 2011

Tele biciones

A veces veo la tele. Lo confieso. No es nada grave. La procuro ver en dosis limitadas. Si no me alela, como a todo el mundo. A pesar de que sigue habiendo algún programa que se salva de vez en cuando, sigo prefiriendo los anuncios.  Creo que recogen la esencia de la comunicación televisiva. Como pastillas. El problema es que incluso cuando estoy viendo esos pequeños pildorazos de apenas 20 segundos, sigo manteniendo mi atención en esos pequeños artilugios de dos ruedas que transportan a personas a pedales. Soy un obseso, lo reconozco.

Acabo de ver estos dos anuncios prácticamente seguidos:





No me sorprenden especialmente porque planteen mensajes persuasivos o disuasivos sobre el uso de la bici. No. Lo que me interesa de este tipo de anuncios es que la presencia de la bici es normal, o, más que normal, normalizada. Las bicicletas se presentan integradas. No tienen papeles protagonistas. No se valora la bicicleta como tal. Son parte del entorno, del universo que se presenta en estas secuencias que consiguen representar un mundo, un ambiente en apenas unos segundos.

viernes, 1 de julio de 2011

Señoras y señores... ¡esto es fácil!

Ese ha sido el mensaje que hemos intentado transmitir durante todo este mes de Junio en un taller de revisión de bicicletas que hemos tenido montado los domingos por la mañana en un nuevo emplazamiento realmente singular.


El Molino de San Andrés es un antiguo molino del siglo XVI rehabilitado como espacio de ocio y encuentro por la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Situado en la confluencia de los ríos Arga y Ulzama, a pie de Parque Fluvial y en el recorrido del Camino de Santiago, ofrece un marco realmente sugestivo para proponer actividades como las que se han programado a modo experimental durante este mes pasado.


Enseñar o, mejor dicho, aprender a enseñar es una tarea siempre interesante. Tratar de convencer de que la mecánica básica de mantenimiento de una bicicleta la puede hacer cualquiera con apenas cuatro herramientas y un bote de aceite es un esfuerzo que merece la pena. Y lo más sorprendente es que resulta realmente revelador para la mayoría de las personas que habitualmente utilizan la bicicleta, pero que lo hacen de una manera despreocupada.

Ajustar un freno, hacer andar un cambio, lubricar la cadena, comprobar el estado del cableado o simplemente hinchar las ruedas adecuadamente son tareas simples, pero que mucha gente no sabe cómo se hacen correctamente o que a nadie se le ha dicho lo importante que resultan.

Incremento de la seguridad, mejora de la autonomía, longevidad de los materiales, en definitiva, mayor economía y mejor relación con el vehículo que te transporta, son sólo algunos de los beneficios que contrae hacerse uno mismo el mantenimiento de la bici propia. Ignorar esto es una pena, no difundirlo, un delito.

Nosotros seguiremos trabajando tanto en programas públicos, como en cursos privados y personalizados porque creemos que es una de las claves en esto de que la bicicleta se convierta en una opción prioritaria en muchos de los desplazamientos cotidianos... y menos cotidianos.