domingo, 28 de agosto de 2011

Mirar para atrás sin perder el equilibrio

Es tan sólo una de las habilidades que es necesario desarrollar para andar en bicicleta. Mirar hacia atrás para posicionarse, mirar atrás para comprobar que el camino está expedito, que no nos sigue nadie que nos pueda violentar o simplemente para comprobar cómo avanzamos. Hacerlo sin perder la dirección, sin perder el control de la bicicleta es una de las primeras cosas que me enseñó mi padre.

Antes hay que saber mantener una trayectoria sin hacer extraños, seguir una línea recta mirando al horizonte, trazar una curva con anticipación, frenar a tiempo, corregir una trayectoria, soltar una mano o las dos, indicar los giros, salvar un obstáculo inesperado… pero una de las maniobras más difíciles es la de volverse en la bicicleta sin irse al carajo.


Hay muchas cosas que hoy en día muchos padres no van a poder enseñar a sus hijos simplemente porque ellos tampoco saben hacerlas, porque no las han hecho nunca o porque no le han dado la importancia suficiente para seguir haciéndolas.

Andar en bici adecuadamente debería ser una enseñanza obligatoria en nuestra sociedad actual, igual que debería serlo aprender a nadar con seguridad y muy por delante de aprender a esquiar.


Sin embargo, hoy prestamos más atención a otras cosas mucho más triviales y menos útiles para nuestros chavales. Y así nos va.

Creemos que es más importante afianzar otra serie de valores y habilidades, que aquellas que les van a hacer más seguros, más autónomos, más independientes y más conscientes de los riesgos que pueden asumir. Andar en bicicleta con soltura es sin duda una de éstas.

En vez de eso, preferimos proponer otros modos mucho más complicados, más caros y más difíciles de alcanzar (cuando no imposibles) para tratar de animar a la gente a que ande en bicicleta porque, en el fondo, nos parece bien que lo hagan. Y así proyectamos redes de vías exclusivas para ello, con intersecciones peligrosas, giros imposibles y soluciones de continuidad inverosímiles y nos quedamos tan tranquilos mandando por allí a nuestra gente, como zombis, aferrados a sus manillares, rígidos, agarrotados, inseguros.

Y es sólo porque no sabemos andar en bici. Con y sin tráfico, en la ciudad y en la carretera. Y no es que lo hayamos olvidado. Es que nunca lo hemos sabido. Porque no nos hemos puesto a ello. Porque dejamos la bicicleta cuando era un juguete y ahora no nos atrevemos a manejarla como un vehículo. Porque nos da miedo. Y somos capaces de inventarnos un mundo paralelo para conseguirlo. Porque no sospechamos que adquirir estas habilidades es mucho más fácil que tratar de cambiarlo todo.

No pasa nada. Todo se aprende.

viernes, 26 de agosto de 2011

Un paso atrás, dos pasos adelante

Corremos una carrera desaforada. Vemos el futuro sólo como un incremento del presente. Vivimos en una vorágine que nos hace creer que la inercia que nos empuja es un movimiento voluntario. Pero es tal la velocidad y la aceleración que ya somos incapaces de darnos cuenta a dónde vamos o si vamos a estrellarnos inmediatamente. Es así: nos han enseñado a correr estúpidamente y ya sólo sabemos competir aunque desconocemos cuál es la meta ni si es mejor que la salida.



Es por eso que cuando hablamos del pasado lo hacemos con desprecio y cuando tan sólo mentamos la posibilidad de retroceder nos parece una injuria, una temeridad y nos produce un desasosiego terrible. Por eso le llamamos crisis a lo que a todas luces es una recesión o desaceleración a lo que es un frenazo con visos de marcha atrás. No perdemos la esperanza, aunque sea infundada, de que aquellos tiempos volverán, sin sospechar que ya forman parte del pasado. Es una huída constante hacia delante.

Es lo que le pasa a la bicicleta en medio del mundo motorizado. Nadie en su sano juicio y con un poco de poder quiere realmente dar oportunidades a algo que ya tuvo su época, porque sería como reconocer públicamente su estupidez. Otra cosa es hacer algunas escenificaciones bonitas para adornarse y para tranquilizar a esa impertinente pandilla de jipis que andan queriendo parecer cangrejos en un mundo con una lógica aplastante: la del poder del automóvil.


Lo que no nos damos cuenta es que muchas veces nos estamos conformando con las migajas (unos carrilitos bici, unas bicicletitas públicas, alguna campañita y a correr que ya os basta). Porque nos falta perspectiva. Y nos falta porque somos incapaces de parar, incluso de dar un paso atrás, para apartarnos de la corriente y ver lo que pasa. Es tan triste como real. Vivimos atrapados en nuestros vagones, creyéndonos que decidimos en nuestras vidas, pero mediatizados por un futuro que nos han vendido y hemos tragado en algún momento (trabajo, hipoteca, responsabilidades, posición social, movilidad…).

Hoy toca parar y dar un paso atrás para coger impulso y avanzar dos, pero en la dirección correcta. Si no vamos a ahogarnos tratando de nadar a contracorriente mientras guardamos a la vez la ropa.

¿De qué hablo? De cultura, de educación, de fomento de la proximidad, de ralentización de todo, de reconfiguración de los espacios urbanos, de penalización del uso del coche, de recuperación de la calle, de promoción de la convivencia, de participación real, de humanización del trabajo, de relocalización de las actividades, de proteccionismo, de impulso de la iniciativa local, de potenciación del autoempleo y de las microempresas, de subvención a la innovación aunque no sea tecnológica, sobre todo si viene promovida por jóvenes… y muchas cosas más. En fin, casi nada.

Vale, vale, ahora me tomo la pastilla, veo un poco la tele y a ver si se me pasa el calentón.

jueves, 25 de agosto de 2011

¿Y si David pudiera con Goliat?

Hoy, como parte de mis rutinas estivales, me he vuelto a quedar embobado mirando a ninguna parte, absorto en la placidez del momento. En esas estaba cuando me ha parecido ver una mosca desplazándose de espaldas por el suelo de la terraza. ¿Cómooo? ¿La mezcla de buena temperatura, sol y el aire sano de la montaña tienen efectos alucinógenos? ¿O quizá ha sido el exceso de ejercicio de las últimas semanas que me ha debilitado tanto que me hace ver visiones?

He decidido incorporarme de mi postración y acercar el morro hacia ese insecto para tratar de interpretar qué demonios estaba ocurriendo y ¿qué me he encontrado? Una hormiga arrastrándola con las mismas dificultades que determinación hacia su hormiguero. ¡Quién si no! En otro momento de largo verano dediqué unas líneas a estos increíbles insectos. Hoy no voy a insistir en ello, sino en lo alegórico de la imagen: el pequeño pudiendo con el grande, el ligero arrastrando al pesado.


No me quiero poner sentimental, apocalíptico ni utópico, pero se me ha representado esta famosa fotografía en la que un ciclista acarrea la carrocería de un coche. Y me ha parecido representativa del futuro incierto que nos augura la crisis energética que para muchos es inminente, donde la universalidad y la sobreutilización del coche como vehículo preeminente y prepotente se acabará y habrá que buscar fórmulas más eficientes y más ligeras. Y me ha venido a la mente la historia de David y Goliat. Y he pensado: ¿Y si David pudiera con Goliat?


¿Cómo? ¿Qué pudo? ¿Qué la fuerza bruta y descomunal fue abatida por la inteligencia y la agilidad de un mindundi con una herramienta que multiplicaba su fuerza y que acertó a darle en toda la cabeza con su piedrecita? ¿Y que eso sirvió para acabar con el dominio insolente y el terror que ejercía el pesado gigante sobre la población? ¡Venga ya!

miércoles, 24 de agosto de 2011

Autopista hacia el infierno

O hacia el limbo, que para lo que nos ocupa daría lo mismo. Hoy he vuelto a hacer una incursión en el monte en bicicleta y me he sentido extraño. Es cierto que he perdido la costumbre, ya no me manejo como antes por pistas, caminos y senderos. Pero no ha sido eso.

Hoy me he sentido extraño porque me he visto solo circulando por estos parajes, intimidando a la naturaleza con el chillido de los frenos, invadiendo espacios reservados para medios no mecanizados a bordo de mi máquina. Pero tampoco ha sido eso.


Lo que hoy me ha sobrecogido especialmente y me ha dejado un poco tocado ha sido el descubrimiento de una nueva pista, una nueva autopista, porque, desde luego, no ha sido concebida para algo que no sean automóviles, con todas las comodidades: pasos de agua, plataforma compactada, curvas peraltadas, cunetas limpias... en medio de un monte donde no hay nada especial y para unir dos puntos no habitados y raramente transitados.

Para hacerla ha hecho falta movilizar toda la maquinaria pesada de las construcciones viarias (excavadoras y apisonadoras) y ha sido necesario dinamitar algunas rocas y talar un buen montón de árboles para aviar un paso diáfano lo suficientemente ancho para que pase un trailer.


No me imagino para qué se ha realizado semejante obra, no quiero saber cuánto ha costado ni de dónde han salido los fondos, lo único que sé es que hoy me he sentido otra vez en el Frentón del Diablo (aquel paso imposible por alguna parte de la Sierra Madre Mexicana) a bordo de una bici, incómodo, por estar usurpando un espacio reservado a la naturaleza y por estar utilizando y con ello justificando de alguna manera una infraestructura faraónica totalmente desproporcionada y sin una finalidad justificable que no sea algo más que cinegética.

Mi malestar se ha agudizado cuando me he dado cuenta que, junto al comienzo de este despropósito, circulaba lo que podía haber sido una de los ejes principales del Plan Director de la Bicicleta de Navarra, de cuyo equipo redactor me honro en haber formado parte y que quedó en el sueño de los justos por carecer de financiación para su ejecución (ni una ínfima parte de lo que ha costado esta obra). Seguimos dando palos de ciego con una fuerza que da miedo.

martes, 23 de agosto de 2011

Soy combustible

Lo sé porque me quemo. Me quemo tanto física como mentalmente. Es fácil darse cuenta con los calores que estamos soportando. También he podido comprobar cómo me he ido consumiendo con el paso del tiempo, aunque esa creo que es una combustión más lenta.

Sin embargo, creo que soy combustible, mucho más que por todo eso, porque para moverme utilizo habitualmente una bicicleta y consigo desplazarme con facilidad distancias realmente importantes con la única energía que soy capaz de generar yo mismo. Por supuesto que para ello me alimento, pero también lo hago los días que no ando en bicicleta y no consigo ver a dónde va a parar el excedente que ese día no he consumido, por lo que he decidido que soy a la vez motor y combustible.


No me importa mucho que la biología y la anatomía no estén de acuerdo conmigo. A mi me gusta creer que soy una especie de refinería, con sus depósitos, que genera un fuel de calidad, ligero y eficiente, que es el que me permite moverme 10, 20, 30 ó 150, 200 ó 250 kilómetros al día. Claro que consumo agua para hidratarme y refrigerarme. Nadie es perfecto. También contamino y emito residuos y CO2, como cualquier combustible.

Lo realmente simpático de mi caso es que no necesito ir a repostar a ningún sitio distinto a los que frecuento habitualmente en mi vida cotidiana. Ese es el truco y esa es la gracia. Simplemente lo llevo conmigo, es parte de mi naturaleza.


Además, cuando entro en combustión libero una serie de sustancias que me generan un bienestar increíble. Adrenalina y endorfinas me provocan una serie de sensaciones que más que agradables me crean una dependencia difícil de combatir. Y lo mejor del asunto es que cuanto mayor es el hábito, mayor es el octanaje.

El problema es que el combustible puede encender a los demás y provocar en ellos diversos tipos de reacciones. A veces se dejan prender y arden placenteramente, otras veces explotan provocando fuertes ondas expansivas.

No sé. Creo que seguiré consumiéndome. Es un placer.

domingo, 21 de agosto de 2011

El cura de mi pueblo

En estos días, en que nos están albardando tanto con la presencia del "santo padre", os quiero hablar de un cura: el cura de mi pueblo. Os confieso que yo no soy mucho de curas, pero el mi pueblo es un tipo especial. Para empezar porque lo conozco y lo considero mi amigo.

El párroco de mi pueblo es un tipo genuino. Os lo puedo asegurar. Un tipo de sotana y alzacuellos en los tiempos que corren ha de serlo y ha de tenerlos bien puestos para aparecer así en público con dignidad y orgullo.

A este tipo lo conocí en Oraintxe. De hecho fue uno de los socios fundadores del "Nuevo Oraintxe", aquel equipo de visionarios que, allá por 1.997, decidieron que la suerte les iba a acompañar y resucitaron una ciclomensajería que agonizaba casi sin remedio. Por aquel entonces, Jairo, el iluminado, (un tipo singular necesita un nombre singular) era un ciclomensajero ejemplar. Siempre impecable, pulcro, metódico, perfecto. Una persona cercana, entrañable, jocosa. Daba gusto trabajar con él.

Un buen día nos dijo que nos dejaba. Que no aguantaba más la llamada del Señor. Y con dos pelotas, abandonó un futuro prometedor a cambio de un futuro eterno y nos dejó plantados, con dos palmos de narices, maravillados por que algo así nos estuviera ocurriendo y tuvieramos el privilegio de presenciarlo.

No va a durar, pensamos, la carne es débil y a él le encantaba la carne y la farra. Pero ahí lo tenemos. Pasó el Seminario, tomó la alternativa y sigue toreando entre sus parroquianos con la misma ilusión y la misma afición que profesa a los coches deportivos y a la bicicleta como medio de transporte. Jairo, que sigue teniendo el morro fino, también tiene una Brompton. No podía ser de otra forma. Porque él sabe distinguir entre lo bueno y lo malo. Es su "curamóvil".

El otro día me etiquetó en esta foto y no he podido menos que dedicarle unas líneas. Son historias que no se pueden guardar para uno mismo. Hay que compartirlas. Gente como esta es la que hace el mundo diferente y le dan un encanto especial.

sábado, 20 de agosto de 2011

¿Las bicicletas son realmente para el verano?

Hoy escribo desde una de las zonas que ha dado temperaturas máximas en este país. 36, 37, 38, 39… hace un calor que aturde, que paraliza, que mata. Buscamos refugio en las sombras, en los ríos, junto al agua. El viento sur seca la boca y enloquece la cabeza. Pensar en andar en bicicleta en estas condiciones es una locura. Para colmo, una avería ha dejado la fabulosa fuente de este pueblo sin agua.


Me vienen ahora a la cabeza aquellos días en los que se conmemoraba aquel Centenario, que nos pillaron en el Desierto de Sonora, en los que había que madrugar para avanzar a lomos de aquellas bicicletas cargadas de ilusiones, para abandonar la marcha sobre las 11:00 e ir a buscar aliento a la sombra, con una botella de algo fresco al lado de un ventilador hasta que el sol aflojara.

Hoy es un día de esos. El calor es otro de los condicionantes de la ciclabilidad, como lo es el frío y las inclemencias. Está claro, tratándose de una actividad física. La exposición a este tipo de condiciones dificulta cualquier tipo de actividad, ya sea física como intelectual.

De hecho, en las zonas donde están más habituados a este nivel de sofoco, éste es uno de los factores que más disuaden del uso de la bicicleta. Es lo que tiene el verano por estas latitudes. Para que luego digan que las bicicletas son para el verano…

Mañana más calor. Madrugaré, como hoy, para darme mi dosis de ciclismo refrescante y revitalizante. ¡Sha-la-la-la-la oh oh oh!

viernes, 19 de agosto de 2011

Yo también controlo

Ayer denunciaba la actitud negligente y consentida de muchos conductores que menospreciaban el riesgo de mezclar colocón, trasnocheo y coches, bajo la máxima del "Yo controlo" que tantas víctimas inocentes y culpables se cobra, sobre todo en verano.

Hoy toca hacer revisión de las filas ciclistas, ya que entre los nuestros también hay muchos que creen que la ley no está hecha para ellos y que son poco menos que la excepción que confirma esa regla. El "Yo controlo" también se practica a bordo de bicicletas, y no sólo porque en ellas se puedan eludir de alguna manera los controles de etilometría (aunque estén afectas a ellos). El "Yo controlo" en bici es algo más sutil, desde luego menos peligroso para el resto de los usuarios de las vías de tránsito, pero desgraciadamente mucho más frecuente y menos perseguido que su homónimo motorizado.


Todos hemos conocido el caso de algún desgraciado que andaba dando tumbos con su bicicleta después de haberse ido de farra y los vigilantes de la ley le pararon y le denunciaron por ello. No son estos los más preocupantes aún aquí (en otros países por desgracia esto es mucho más común y por tanto más grave). Los que preocupan son aquellos para los cuales la bicicleta exime del cumplimiento de cualquier norma escrita o tácita. Estos son los que más han proliferado entre nosotros. Los intocables.

El otro día reflexionaba levemente sobre las causas de ello y me sorprendían algunos comentarios que alegaban el "Yo controlo" como motivo para inclumplir algunas normas, sobre todo relacionadas con el respeto a los semáforos.

No quiero entrar en los detalles, yo no estoy libre de pecado ni soy un purista que cree que unas normas concebidas bajo una lógica automovilística sean las más deseables para el buen desarrollo ciclista en la ciudad y fuera de ella. Creo en algunas maniobras de supervivencia y en algunas "trampas" sencillas para ganar seguridad. Pero creo, mucho más que en esas excepciones, en que las normas están para ser cumplidas, que el orden es necesario para la convivencia y que a los energúmenos, a los temerarios y a los listos que creen que eso de la ley es para los demás hay que perseguirlos y hacerles comprender que transgredir el código no sólo tiene un precio para ellos sino que tiene unas consecuencias para todos los demás.


Así pues, a todos esos que andan tocando el timbre o la moral alegremente por aceras, paseos y otras zonas peatonales, a los que se saltan los semáforos y no respetan los stops y las preferencias de paso, a los que circulan a contramano y a los que practican el slalom a bordo de sus bicis con una sonrisa, con un colega o con cualquier otra excusa (prisa, conocimiento del medio o extrema pericia en la conducción) palo sin misericordia.

Claro que hay cosas que se pueden cambiar y que habrá que cambiarlas, pero inclumplir las normas porque sí nunca ha sido el camino y la insumisión o la objeción del código de circulación y, peor, de los códigos cívicos no escritos de respeto y entendimiento entre los usuarios de los espacios públicos debe ser una máxima entre los que utilicen la bicicleta.

Así que no vale ni el "Yo controlo" ni el "Yo respeto a los ciclistas" hay que reivindicar el "Yo, ciclista, respeto"... y, a partir de ese punto, plantear la revolución, si es que es necesario plantearla.

jueves, 18 de agosto de 2011

Yo controlo

Es quizá la frase más nefasta y más funesta de las que habitualmente se utilizan en nuestras vidas cotidianas. En las últimas semanas me ha tocado navegar en distintos ambientes donde se utiliza y donde se cobra los peores dividendos cuando se mezcla. Especialmente si la mezcla es fiestón, compañía, madrugada y carretera.

Todas estas mañanas he estado circulando en sinuosas y espectaculares carreteras locales y he podido observar algunos dibujos, que son la expresión inequívoca del "Yo controlo" hecha con las cubiertas de un coche en los rincones más insospechados de estas encantadoras rutas.


Y me he echado a temblar sólo de imaginarme cuál debe ser la destreza de estos conductores para conseguir estos trazos imposibles.

Sin embargo, y pese a que en estas fechas hay fiestas por todos lados, donde se promociona el "ponerse hasta las orejas" y se premia la resistencia a los "gaupasalaris" (como se les llama por aquí a los trasnochadores) sobrados, que, bien vistos, no son más que la reproducción más esperpéntica de lo que una sociedad aterradoramente idiotizante está consiguiendo, nadie acaba de darse cuenta de que es la causa que más vidas cuesta entre nuestra juventud en este país. Y el "yo controlo" sigue teniendo espacio y vigencia entre estos "valientes" homicidas.

Por cierto, y hablando de controlar, en estas últimas semanas lo que no he visto ha sido ni un sólo control de alcoholemia en estas preciosas carreteras sembradas de preciosos pueblos en fiestas. Sin embargo, he visto reproducirse estos trazos mortales, rematados por toques en defensas, cunetas y "quitamiedos", con cristalillos decorando arcenes.

Las fiestas, la borrachera y los coches son elementos indisociables. Sin uno de ellos, resulta imposible pretender acceder a los otros. La consecuencia: una ruleta rusa. Hagan juego estúpidos.

El colmo del "Yo controlo" (por desgracia siempre hay un colmo para todo): que el conductor del servicio público de autobuses montado para evitar precisamente que muchas personas utilicen el coche para asistir a fiestas de los pueblos dé positivo en un control de alcoholemia. Demencial.

miércoles, 10 de agosto de 2011

¿Deben los ciclistas cumplir las normas?

Leía el otro día un artículo de una señora que se cuestionaba el estatus legal de aquellas personas que utilizaban la bicicleta para desplazarse, ante las distintas circunstancias en las que se encontraba habitualmente donde los ciclistas actuaban con una cierta impunidad.

Por supuesto que los ciclistas, como cualquier ciudadano, deben cumplir las normas establecidas. Ahora bien, hay que hacer un análisis más profundo para intentar comprender las circunstancias que hacen que muchas personas que utilizan la bicicleta se vean en situaciones que les invitan a incumplir dichas normas.

La "autonomasia"

Para empezar, el Código de Circulación y la mayoría de las Ordenanzas de Tráfico han sido concebidos desde una lógica automovilística, que procura seguridad y facilidad de movimientos a los vehículos a motor, especialmente a los coches, y deja en un segundo lugar a peatones, motos, transporte público y ciclistas. Estas normas, junto con todo el ordenamiento urbanístico de las últimas décadas, han generado una red viaria que ha ido ganando terreno y prioridad para los desplazamientos masivos de coches, en detrimento del resto de usuarios de la vía pública.

Así se han ido habilitando avenidas, rondas, rotondas, pasos inferiores y superiores, auténticas autopistas urbanas, siempre atendiendo a las necesidades de los coches que, acompañadas de un desarrollo urbanístico horizontal, han ido potenciando la dispersión de los ciudadanos y de las actividades, lo que ha ido incrementando la necesidad de moverse en coche para todo, haciendo casi imposible el acceso a muchos lugares de otro modo.

En este mundo concebido para los coches, todo aquel que no utilice dicho medio de transporte se ha visto progresivamente discriminado y ha tenido que buscar sus escapatorias, maniobras y habilidades para poder seguir desplazándose con un mínimo de seguridad y acceder a sus destinos habituales.

Dentro de esa lógica de no condicionar el tránsito motorizado a costa de condicionar a todos los demás, en los últimos años se han ido construyendo algunas infraestructuras exclusivas para circular en bici. Los "carriles bici". De diseños imposibles, en itinerarios discutibles, con secciones insuficientes e intersecciones inseguras, discontínuos, inconexos. Estos "carriles bici", la mayoría implementados en aceras, y las "aceras señalizadas" (esa fórmula magistral de pintar lineas discontinuas y luego poner señales azules circulares para indicarlas) han impulsado de manera definitiva la circulación de las bicis por plataformas peatonales y las han expulsado de manera tácita de la calzada, su lugar natural.

Ciclistas en la jungla automovilística


Así los ciclistas, ese colectivo tan heterogéneo pero que ha ido ganando practicantes de manera tan significativa en los últimos años, han tenido que ingeniárselas para circular. Y lo han hecho y lo hacen como pueden y por donde pueden. Buscando rutas seguras, invadiendo zonas peatonales, transgrediendo algunas normas y poniendo en cuestión, con su presencia, el ordenamiento circulatorio actual.

Está claro que andar en bicicleta aporta beneficios tanto a las personas que lo practican como al resto de la sociedad: mejora la salud, aligera y calma el tráfico, no contamina, aporta seguridad vial, ocupa muy poco espacio tanto de circulación como de aparcamiento y participa, en definitiva, en hacer ciudades más amables, más sociales y más orientadas a las personas.

Ahora bien, todo esto no exime a aquellos que eligen la bicicleta de ser respetuosos, cívicos y observantes de las normas establecidas. Es por ello que hay que empezar a cuestionar seriamente la actitud de muchos ciclistas cuando circulan impunemente por las aceras y acceden a los pasos de peatones pretendiendo tener derechos, poniéndose en peligro a ellos mismos y también a los peatones.

Pero también hay que exigir responsabilidades a los encargados de ordenar la circulación y de habilitar espacios seguros, accesibles, continuos y conectivos para que todas las personas concurran en igualdad de oportunidades al espacio público, independientemente del modo de desplazamiento que elijan. Así deberían ser denunciables muchas vías habilitadas para ciclistas, muchos pasos peatonales, muchas aceras e itinerarios que no cumplen las normas mínimas de seguridad. Igualmente habría que empezar a replantear algunas de esas normas para mejorar las condiciones de accesibilidad y tránsito de peatones, ciclistas y transporte público, como medio de promocionar estos modos por ser los más deseables en la configuración de una ciudad sostenible y agradable.

Con-vivencia contra la con-nivencia

Mientras esto no ocurra, habrá que hacer entre todos un ejercicio de comprensión de los más indefensos que, además, son los que más aportan a la construcción de esa ciudad más habitable. Y habrá que entender que muchos peatones no quieran hacer esos recorridos increíbles para cruzar al portal de enfrente, que los ciclistas se salten algunos semáforos y que invadan algunas zonas peatonales, siempre con respeto y reconocimiento de los derechos prioritarios de los espacios utilizados, y que los conductores de autobuses impongan su volumen en ciertas maniobras para no acabar atrapados en atascos y retenciones.

Pero todo eso no deberá desenfocar el objetivo de ir ganando espacios a la circulación motorizada e ir restando prebendas al coche en la ciudad, para hacer que las calles y plazas vuelvan a ser lugares de encuentro en vez de ser lugares para la circulación.