miércoles, 30 de noviembre de 2011

No dejes que te roben la bici

Hay gente en este mundo cicloactivo que sabe hacer las cosas con criterio y con gusto. Un ejemplo es la gente de Almansa en Bici que cada vez que se proponen una campaña lo hacen con brillantez. Ya nos habían dado muestras de su genio y su ingenio en ese fabuloso video protagonizado por Marta y que encabeza este blog desde entonces.

Ahora han hecho una campaña gráfica sobre el tema de la protección contra el robo. Limpia, clara y directa.

Sólo un par de pequeños peros (siempre ha de haberlos):
  1. No se habla suficientemente de aparcamientos seguros y vigilados como posible solución a las bicicletas que hacen jornadas completas en aparcabicis o sucedáneos.
  2. Se recomienda utilizar bicicletas sencillas y baratas, con lo cual se está desincentivando la compra de bicicletas de calidad y se está promocionando un tipo de bicis para la ciudad que no ofrecen unos niveles de fiabilidad, seguridad, durabilidad, precisión y peso muchas veces ni siquiera aceptables.
Una vez más, y esta desde las filas ciclistas, se deprecia la bicicleta porque se considera que debe ser barata, se asume de alguna manera un visión victimista y el apocada respecto a otros vehículos y no se equipara su nivel de exigencias y necesidades a las de los coches. ¿Qué pasaría si en una campaña contra el robo de coches se propusiera que la gente comprara vehículos más baratos y menos llamativos? Sin más.

De todas formas, enhorabuena otra vez  y esperamos con ansiedad vuestra nueva propuesta.

Sobre el mismo tema, Valencia en Bici propone el siguiente video:

martes, 29 de noviembre de 2011

Facciones ciclistas

Estamos presenciando algunos movimientos ejemplarizantes en varios municipios encaminados a intervenir en los inconvenientes que están provocando los de la bici en las aceras (y en general en las ciudades) y devolver las cosas a su sitio, al orden. Tratando de poner en evidencia la intencionalidad en el tratamiento del tema por parte de los medios y lo desorbitado del asunto, me permití la licencia de hacer un artículo en tono irónico al respecto, procurando sacar las cosas de quicio para denunciar la locura de realidad que vivimos. Un artículo más de tantos.

El resultado no ha podido ser más desalentador. He podido comprobar (otra vez) que la cosa es bastante más triste de lo que cabía imaginar. En medio de una situación especialmente delicada como es la actual, en que la masa crítica de ciclistas está en las aceras, habiéndoseles deshabilitado de facto en las calzadas por aclamación popular mediante la fórmula más vieja de la estrategia militar, aquella que dice que si sacas al enemigo de su territorio natural lo harás más vulnerable, ahora, precisamente ahora que la unidad en las filas ciclistas resulta imprescindible, observamos que ocurre todo lo contrario.


Y mientras unos se empeñan en demostrar sus razones a base de trayectoria y dedicación desinteresada, otros se encierran en planteamientos unívocos e indiscutibles. Y las posturas, más que indiscutibles, son innegociables y se vuelven irreconciliables. Ciclistas vehiculares que se consumirán en el fuego eterno si pisan un carril bici, carrilbicistas y cicleatones que morirán fulminados si circulan un trayecto por la calzada, la gente que no se viste para andar en bici, los que para andar en bici se disfrazan, los históricos, los advenedizos, los defensores de la infancia y la senilidad en bici, los aguerridos integristas del cualquiera por cualquier sitio... y los bicikafres, cada uno atrincherado en su compartimento estanco defendiendo su lógica a capa y espada.

Los unos por los otros, la casa sin barrer que diría mi abuela. Este enquistamiento que por la dialéctica parece más un enfrentamiento que otra cosa es la situación más deseable para un hipotético enemigo de los ciclistas que habría logrado sin quererlo una de las condiciones más interesantes en cualquier batalla: tener al enemigo dividido. De hecho, y volviendo a la estrategia militar, con las huestes ciclistas no hace falta perder el tiempo con el divide y vencerás, basta mantenerse en el déjales que se maten entre ellos. Los de Ciudad Ciclista contra los de ConBici, los ciclistas deportivos contra los no deportivos, los del carril bici contra los de la calzada, los infraestructuristas contra los educacionales, los del alleycat contra los de la bicicrítica, los listos contra los legalistas... y así hasta el aburrimiento.

Creo que ya va siendo hora de superar viejas rencillas, olvidar desencuentros, ceder posiciones, aborrecer pandillismos, bajarse de poltronas y renunciar a enroques históricos, para replantear estrategias e identificar nuevos retos, dejando de lado personalismos infantiles. Sé que es una pretensión, pero creo que ya va siendo hora de unir fuerzas para tratar de conseguir un consenso mínimo entre los que estamos en esto de que la bicicleta en la ciudad tenga sus oportunidades. Porque el mira ese, el ya te dije o el piensa mal y acertarás no nos van a llevar a ninguna parte y sólo van a generar un mayor enconamiento, más desilusión y mayor impotencia.

Para ello van a hacer falta buenas dosis de entendimiento, respeto, dignidad y sentido del humor, mucho sentido del humor, que ahora mismo es lo que más se echa en falta en la arena ciclista.



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lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Multas o carril bici?

Interesante disyuntiva la que se está planteando en este universo ciclista urbano, tan entrañablemente nuestro. El reduccionismo y la crispación están conquistando unas cotas tan altas en el desentendimiento de la cosa de la bicicleta en la ciudad, que desbordan cualquier esfuerzo de intentar comprenderlo.

Ayer comentaba el giro que han decidido tomar algunos ayuntamientos, encabezados por el de Valencia, en esto de tomar cartas contra el libertinaje de los ciclistas y la invasión de aceras. La respuesta no se ha hecho esperar. Los biciactivistas de Valencia en Bici han salido al paso del atropello en declaraciones al mismo periódico que ayer anunciaba la estrategia municipal. ¿Y que han pedido? Más carril bici, por supuesto.

Police Ticketing a Cyclist... por Hubbers en Flickr

El problema no es tanto, en este caso, la reivindicación en sí misma, sino la bipolaridad que tapiza el tema. Que Valencia en Bici reclame más carril bici, así aisladamente, puede resultar hasta razonable, si no fuera porque la inmensa mayoría de estas infraestructuras en esa ciudad (como en casi todas las de nuestra geografía) se han implementado en las aceras y son el origen inequívoco de la confusión generalizada que ha dado lugar a esta normalización de la bicicleta en espacios reservados para los peatones. Es decir, para el lego, que por un lado se quejan de las multas en la acera y por otro piden más infraestructuras en acera.

Luego están los matices sobre la forma de actuación y sobre la localización del espacio a disponer para realizarla, pero eso son cuestiones menores cuando el interlocutor es un ayuntamiento o una federación de vecinos, que no entienden de bicis más de lo que ven, de lo que les cuentan o de lo que quieren entender.

Habiendo llegado a este punto, y puesto que hay un consenso mayoritario sobre el asunto, vuelvo a plantear la disyuntiva inicial: ¿multas o carril bici?



Multas por favor

Yo me quedo con las multas, porque en tiempos de crisis hace falta recaudar más y despilfarrar menos. Y a la mierda lo demás. Multas para todos: para los ciclistas que andan por las aceras, para los peatones que andan por el carril bici, para los que cruzan por cualquier sitio sin mirar, para los conductores que no respetan los pasos de peatones, ni las distancias mínimas de adelantamiento, ni las velocidades máximas de circulación, para los policías que no multan cuando tendrían que multar, para los ingenieros que diseñaron todas esas "soluciones" para bicis, para los munícipes que financiaron todo este desaguisado y para los grandes grupos empresariales que tanto se han favorecido de todo este contubernio.



Y dicho esto, recomiendo la visión atenta de este video de Valencia en Bici, en el que se habla de cordura, de sentido común, de convivencia, de educación, de respeto, de dignidad, de seguridad y de otras menudencias sin sentido en este mundo descabellado y frenopático en el que estamos inmersos.



Y ya, puestos a perder la chaveta, os aconsejo este otro que además es mucho más agradable y que por más que lo veo no dejo de sorprenderme de la espiral de estupidez y complicación innecesaria en la que nos hemos metido y de la que difícilmente vamos a salir, porque somos tan mentecatos que somos capaces de creernos cualquier cosa con tal de aparentar que sabemos lo que queremos, aunque sea a costa de darle la vuelta a todo, tragar con cualquier basura y vapulear al que no lo defienda como enemigo del bien común que es la bici en un carril y con un chaleco reflectante. ¿Mi pastilla azul por favor?



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domingo, 27 de noviembre de 2011

Palo y zanahoria para la gente de la bici

Bien conocida por responsables de políticas para incentivar cambios de hábitos es la técnica del palo y la zanahoria, o lo que es lo mismo, alternar medidas coercitivas con otras que premien las elecciones deseables. Sí, la vieja fórmula de castigo y recompensa. En esto de la llamada movilidad sostenible, normalmente el palo solía ir dirigido a la sobreutilización del coche y la zanahoria a favorecer los modos limpios. Eso al menos era hasta ahora. Una estrategia tan simple y como simplista.

Las eminencias preclaras que organizan el cotarro de la movilidad en nuestro país parece que quieren mejorar la estrategia y aplicar esta vieja fórmula, que para la modernidad está más que obsoleta, en su sentido más genuino y así, en vez de inventarse un nuevo sistema, han decidido aplicar la medicina del premio y el castigo a los mismos pacientes. Así es mucho más sencillo de entender.

Hablamos por supuesto de ciclistas. Para ellos la zanahoria ha debido ser toda esa colección de actuaciones y programas que más parecían campañas propagandísticas, pero que han devorado con avidez y han digerido con placidez, hasta quedar hartos. Carriles bici, bicicletas públicas, campañas fastuosas con la bici como motivo, preciosos aparcabicis aquí y allá... nada era suficiente para el apetito de muchos después de años de hambruna.

Ahora toca palo, y algunos ayuntamientos ya se han puesto manos a la obra y han empezado a cercenar las expectativas que ellos mismos han ido creando entre los ciclistas a base de control y persecución de aquellos que no sigan unas normas creadas por ellos mismos para despotenciar la bicicleta como medio de locomoción. Normas tan descabelladas como limitar la velocidad de los ciclistas sin hacerlo con los coches, perseguir a los ciclistas en las aceras después de haberles recomendado abandonar la calzada por su bien, promover registros costosos y complejos como medio para reducir los robos pero sin ofrecer soluciones más efectivas.

El resto del mundo entiende perfectamente la estrategia: estos ciclistas ya han recibido demasiados privilegios y se les ha dado demasiada cuerda, ahora toca recortar y apretarles un poco los machos. Nada más grave, nada más efectivo, para seguir mirando a otra parte mientras se sigue perpetrando una de las batalla que más muertos y heridos está dejando en este planeta. ¿Alguien se imagina manteniéndonos impasibles ante una hecatombe que dejara 3.500 muertos y más de 100.000 heridos al día tan sólo en el campo de batalla y con unos daños colaterales de dimensiones incalculables?

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Qué pasa cuando se congestiona el carril bici?

Leo con inquietud los problemas que están teniendo en Montreal motivados por el exceso de ciclistas que circulan por las vías ciclistas y que están generando una suerte de congestión que les trae de cabeza. Tanto es así que han decidido ponerse manos al asunto y tratar de buscar soluciones para optimizar la circulación de bicicletas. ¿Y qué se les ha ocurrido? Pues simplemente compartir la calzada con los buses y, mejor, proponer zonas de convivencia con velocidades máximas de circulación de 20 kms/hora. Una solución sin duda sesuda y clarividente. No sé cuántos ingenieros habrán necesitado durante todo el proceso, ojalá que pocos.

Photo: Ivanoh Demers, La Presse

Mirando hacia nuestro país, donde por suerte, las ciudades son mucho más compactas que en muchas partes del resto del mundo y donde tratar de repartir el espacio resulta practicamente imposible porque las secciones de las calles no dan para mucho más que para hacer unas aceras decentes o para eliminarlas directamente proponiendo calles completas compartidas, esto no puede ser otra cosa que una buena noticia que debe alertarnos sobre las previsiones que hemos de tener cara al futuro.

Hay que trabajar con un mínimo de proyección cuando se promueven facilidades ciclistas, hay que prever usos, demandas, cargas soportadas cuando se habilitan, sean en espacios compartidos como en vías dedicadas. Estamos demasiado familiarizados a pasar penurias incluso en actuaciones modernas por falta de un estudio de movilidad serio que analice la demanda de viajes de cualquier desarrollo o replanteamiento urbanístico. Y ya no sólo hablo de bicicletas, las penurias son generalizadas, no se salva nadie.

Si en lugares donde el uso de la bici es importante ocurren este tipo de colapsos, ¿qué no va a suceder en nuestras ciudades cuando el número de personas que intenten desplazarse en bicicleta por esos angostísimos pasillos de escasamente 2 metros para dos direcciones?


Espero que no pase demasiado tiempo para que se replantee la estrategia de actuación para incorporar a la bicicleta al tráfico de manera tranquila, segura, cómoda y eficiente. Si no, llegará un día dentro de menos tiempo del que creemos que nos veremos en este tipo de tesituras descubriendo que compartir es mejor que repartir porque hay sitio para todos. Espero que para entonces no hayamos dilapidado demasiados millones en inutilidades.

Lo peor de todo es que esta congestión, que no deja de ser de alguna manera una muerte de éxito, puede provocar problemas para los propios ciclistas, más allá de la pura incomodidad de ralentizar sus viajes. En Copenhage, la rutilante autoproclamada capital moderna de las bicicletas, el tema de la congestión ciclista llega a representar un inconveniente para algunos usuarios débiles, que no se atreven a afrontar la agresividad de sus vecinos en las horas punta y empiezan a considerar replantear su elección de movilidad. Comportamientos incívicos, maniobras peligrosas, trayectorias imprevisibles, sustos, accidentes, además de imposibilidad de encontrar aparcamientos en destino hacen que la bicicleta se empiece a cuestionar como algo no tan conveniente.

Los daneses se defienden argumentando que lo que de verdad es peligroso es andar en bici en Amsterdam, a la vez que reclaman más amplitud de los carriles bici. ¿Realmente será esa la solución? ¿O se están reproduciendo los vicios de la cultura del coche? ¿No estaremos jugando otra vez a las carreteritas?

jueves, 24 de noviembre de 2011

¿Pagar por guardar la bici?

Estamos aburridos de ver correr el dinero en temas relacionados con la bicicleta a millones. Ahora menos, con esto de la crisis, pero todavía demasiado. Se han cometido auténticas tropelías en nombre de la bici que han costado a las arcas públicas un buen montón de euros y nos hemos quedado tan contentos, embobados ante semejante despilfarro en favor de nuestras queridas dos ruedas, aunque hayan sido proyectos impresentables, actuaciones improvisadas, despropósitos mayúsculos o simple fasto sociopolítico.

El caso es que el asunto de usar la bici en la ciudad sigue más o menos como estaba, es decir, mal. No es que quiera presentar la cosa negra por pura tendenciosidad, siguiendo la corriente contraria a la mayoría, no. El tema es que, cuando nos queremos poner un poco serios en esto de facilitar el uso de la bici, resulta que volvemos a darnos de frente contra el muro de la pobre, paupérrima cultura ciclista de aquí.

Hablo, claro que sí, de los aparcamientos, de los garajes, de los parkings, de las soluciones que garanticen la estancia segura de las bicicletas para aquellos que las utilizamos diariamente para nuestros desplazamientos habituales, esto es, de nuestra casa a nuestras obligaciones, a nuestras actividades de ocio y vuelta a casa a dormir.

¿Infraestructuras?

Todos, absolutamente todos los que se aventuran a hablar de la bici con una cierta proyección mencionan las infraestructuras, y con eso quedan de entendidos delante de sus semejantes. Es fácil. Sin embargo, más allá de todas esas barbaridades en forma de chapuzas viales que se han cometido en nuestro país y que todo el mundo ha denominado "carril bici" con la misma alegría de cuando reivindicaban "Carril bici ya", nadie se ha preocupado en otro tipo de infraestructuras destinadas a garantizar la seguridad en el aparcamiento, como pensando que eso no era importante y que las bicis se podían dejar en la calle de cualquier manera.

Hoy es el día que comprobamos algo que ya nos habían contado hace muchos años, pero que nos ha parecido bien ignorar: el factor más disuasorio del uso de la bici es, precisamente, el robo. Por encima de la necesidad de adecuación del viario. Y la demanda más repetida entre aquellos que usan la bici en la ciudad para sus desplazamientos obligados es, mira tú por dónde, la necesidad de contar con aparcamientos seguros, cubiertos, cómodos y, por qué no, vigilados.


¿Es que estos ciclistas se han vuelto locos?

Pues no. Lo que pasa es que, cuando nos ponemos verdaderamente serios a tratar el asunto de las bicis en profundidad, descubrimos que en realidad la bicicleta sigue teniendo por estas latitudes el mismo tratamiento: es un juguete de pobres, de niños o de ilusos. La cosa cobra matices grotescos cuando se plantean propuestas como la de acondicionar aparcamientos de pago para ciclistas.

Pero, ¿quién en su sano juicio pagaría por guardar su bici?
Nos sorprenderíamos. Y nos sorprenderíamos mucho más de lo que les costaría si se habilitaran plazas de aparcamiento en dos alturas, como esas que hay en esos países del norte. A modo de ejemplo, baste decir que, aplicando la tarifa proporcional al vehículo (que si de lo que hablamos es de promoción de modos alternativos de transporte no debería de ser equiparable) una bicicleta podría pagar por una jornada diaria de 8 horas algo así como 80 céntimos de euro, contando con que en una plaza de aparcamiento de coche bien aprovechada caben entre 15 y 20 bicicletas a dos alturas. ¡Menos de 1 euro al día! ¡Sin subvención!

Pensemos ahora en el transporte público. Una persona que se desplaza en transporte público tiene de presupuesto diario una cantidad similar pero resulta que cada viaje está sufragado en un porcentaje nunca inferior al 40% por el erario público. Si extrapolamos esta proporción a la tarifa de parking bici calculada estaríamos hablando de menos de 50 céntimos al día por tener la bici a cubierto, segura y vigilada. ¿Quién no pagaría eso por una bici decente?

Total, me la van a robar...

He aquí el problema: la bici urbana nunca puede ser una bici decente porque es tal la percepción de inseguridad ante el robo que tiene la mayoría de los usuarios que no se plantean ni remotamente la posibilidad de usar una bici buena. ¡Fabuloso! ¡Otra pescadilla que se muerde la cola! Es lo que tiene la rueda, que es circular.

¿Qué pasaría si un ayuntamiento valiente propusiera destinar el mismo presupuesto que se gasta (o que deja de ingresar) en bicicletas públicas a una política de implantación y fomento del aparcamiento gratuíto o semigratuito de calidad para bicis privadas? ¿Y si destinara un 10% de lo que ha destinado en los últimos 5 años a implantar carriles bici? Pues probablemente que fracasarían ante la contestación popular, ante las descalificaciones públicas por el atrevimiento y el desatino y ante las presiones de los círculos de poder para tratar de recuperar el sentido común ante semejante majadería. Somos así de tristes, así de pobres y así de mezquinos.

Mientras tanto, seguiremos fomentando la cultura del robo de bicicletas, esa que perdona al ladrón, que castiga a la víctima, que propone como solución el registro y el marcaje de las bicis y que ignora la potencialidad de un medio de transporte que, tratado con la misma dignidad que los demás, sería realmente revolucionario.

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martes, 22 de noviembre de 2011

Hazte un favor, hoy no cojas el coche

Aunque sea para uno de tus trayectos. Para el que lo puedas hacer. Para ese de menos de 2 kilómetros. Y no lo hagas por los demás, que no sea una obra de caridad, de solidaridad o de congraciamiento. Hazlo por ti. Hazlo por tu salud, por la física y por la mental, hazlo por tu economía, por la de dinero y la de tiempo. Lo vas a notar. Y te sorprenderás.

Campaña de Ciudad Ciclista
Te sorprenderás respirando el aire de la calle, te sorprenderás sintiéndote vivo, te sorprenderás saludando a alguien, te sorprenderás llegando despierto, te sorprenderás recuperando el buen humor, te sorprenderás saboreando esos minutos que le dedicas al viaje, te sorprenderás fijándote en los detalles, te sorprenderás oyendo tu respiración, te sorprenderás notando tu cuerpo. Te sorprenderás mucho. Te sorprenderás gratamente.

No lo hagas de manera drástica ni obligada. No lo hagas por cumplir una orden. No lo hagas tampoco porque cada vez te lo estén poniendo más difícil eso de conducir y aparcar por la ciudad. No lo hagas por condescendencia. Así no te va a resultar tan interesante ni tan satisfactorio.

Si sientes que lo estás decidiendo, que estás mejorando tus opciones, que estás aprovechando mejor ese momento, que te está reportando algo a ti, exclusivamente a ti, es mejor. No me malinterpretes. Yo no creo que seas un egoista cuando coges tu coche para hacer esos ridículos viajes. Simplemente creo que no te has dado la oportunidad de probar otra cosa.

Ahora, eso sí, si a la vuelta de tu viaje sin coche te sientes mejor no pienses en agradecérselo a nadie más que a ti. Tuyo es el mérito, tuya la recompensa.

Y si es así, tampoco hace falta que lo repitas mañana. Las cosas buenas hay que saborearlas poco a poco, no te vayas a "biciar", que luego es difícil salir de este tipo de adicciones. Es mejor que te vayas acostumbrando, que te vayas haciendo a esas sensaciones, progresivamente, sin prisa, con tranquilidad, saboreándolas. De todo lo bueno es mejor quedarse con ganas.

¡Ah! Y no esperes que te lo agradezca nadie tampoco. Recuerda que lo has hecho por ti.

La Tira de El Correo (Iñaki Cerrajería)


Veo veo

No lo acabo de ver claro. Hace ya un año y medio desde que el tema de las luces y reflectantes es obligatorio para todo aquél que quiera utilizar una bicicleta de noche se hizo obligatorio. De hecho, me acuerdo que se dio un mes de gracia en el que las policías locales iban a informar sobre ello a los infractores, sin denunciarlos, en una campaña especialmente dirigida a los ciclistas que la DGT llamó "Hazte ver y mejora tu seguridad".

Un año más tarde, todo sigue igual. O peor, porque ahora hay más ciclistas en la ciudad. Bien es cierto que la mayoría se mueve por las aceras, subrepticiamente, lo cual les debe otorgar algún tipo de exención que les exime de cumplir cualquier norma.

Igual es que es un juego que consiste en que la gente se pone en riesgo y pone en riesgo a los demás gratuitamente. O igual se trata de una nueva variante de algún deporte de aventura en versión urbana. En cualquier caso, es difícil de entender.

¿Qué ves?

Solución: el ciclista es esa mancha negra a la derecha de la silla de ruedas

Nota: Todas las imágenes fueron tomadas ayer en un mismo cruce en tan sólo 15 minutos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Todos los ciclistas somos buenos...

... y todos los automovilistas son malos

Eso es lo que parece que haya algunos que quieran defender.

Aunque ya de por sí visto escrito resulte patético, a veces es sorprendente comprobar la estulticia de algunas personas que insisten en mantener este tipo de posiciones en público y en privado. Seguro que tú tambien conoces a alguna de ellas. No es cuestión de poner en evidencia a nadie, sino más bien de tratar de poner las cosas en su sitio, porque a veces es necesario recordar hasta lo obvio. Así somos.

Pues resulta que (¡dios cómo cuesta!) no hay buenos ni malos, ni siquiera mejores o peores dependiendo del vehículo que utilizan, aunque este reduccionismo al albur de esta fiebre de la movilidad sostenible pareciera justificado y hasta justificable. Pues no. De todo hay. Buenos, malos, regulares, peores y mejores, dependiendo del ojo que les ajusticie y dependiendo del motivo del ajusticiamiento. Lo que sí hay en todos los bandos es ineptos, energúmenos, desconsiderados, incívicos, estúpidos y engreidos. Pero no depende del vehículo que utilicen, sino que es una cuestión más intrínseca de las personas. Pero la cosa está tan salida de madre en estos tiempos locos que corren, donde las generalizaciones absurdas y los absolutismos maniqueos campan a sus anchas, que parece que hace falta recordarlo.

No, señoras y señores, no está en el coche, la estupidez se alberga en las mentes raquíticas de muchas personas que, aunque sean una insignificante minoría, destacan y se hacen ver de manera inequívoca, flagrante, orgullosa, insultante, provocativa e insensata. Y sin embargo, como somos así de bienpensados, seguimos creyendo que todo el mundo es bueno, salvo que se demuestre lo contrario, y así damos crédito a cualquiera y nos confiamos. Es ese uno de los fundamentos gracias al cual esta sociedad funciona, mal que bien.

De la misma manera, la bondad, la solidaridad, la honestidad, la empatía o el sentido común no se adquieren por el mero hecho de ir montado en una bicicleta, como si estuviera bendencida o te ungiera de un karma especial.. Nada que ver. Y sin embargo hay muchos que se emperran en defenderlo. De hecho, muy poca gente es capaz de sospechar que andar en bicicleta  pueda no llegar a ser aconsejable en determinadas condiciones, porque se nos han vendido tanto sus bondades que pareciera descabellado tratar de ponerlas en cuestión en ningún caso.  Pues no.

Malos conductores, malos ciclistas, malos peatones = da por **** vivir en una ciudad...
Parece mentira, insisto, que haya que recordarlo, pero el ejercicio de cualquier actividad en un espacio público puede estar suficientemente justificado siempre que se cumpla con los principios más básicos de la legalidad, el respeto y la seguridad. Y como tal debiera ser exigible a cualquiera comprenderlo y no andar prejuzgando a nadie alegremente por su elección, si hablamos de movilidad, sin tener en cuenta sus circunstancias. El ejercicio debería ser más bien el de promover la elección más adecuada a cada desplazamiento, atendiendo a esas circunstancias y a la disponibilidad de medios al alcance de cada cual, y, más que eso, habría que promover el civismo, la educación, la consideración y el reconocimiento del libre albedrío de los demás tanto como el de uno mismo, y a partir de ahí trabajar por buscar el bien común, espacios más humanos y ciudades más habitables. Y denunciar al que no siga estos principios.

Nada más... y nada menos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La conjura de los necios

Estamos gobernados por títeres, marionetas al servicio de los verdaderos poderes que responden a intereses inconfesables y que permanecen ocultos tras este telón democrático, entre bambalinas, y que sólo entran en acción cuando los actores improvisan demasiado o los hilos que les hacen moverse y que les encorsetan no acaban de tirar suficientemente. Es de ilusos pensar que esa gente quiere que participemos en algo que no sea hacerles coro, aplaudirles, votarles o darles nuestro dinero.

Y sin embargo, nos hemos encomendado, a sabiendas o no, a sus designios porque ellos mismos se han preocupado en demostrarnos que es el único orden posible y que tratar de hacer las cosas de otra manera, además de peligrosísimo, sería el caos, la perdición. Vivíamos felices sabiendo que el gran hermano velaba por nosotros y nos protegía de los peligros que él mismo se había encargado en hacernos presentes. Veíamos su tele, leíamos sus pasquines, pagábamos sus impuestos, votábamos sus siglas y confiábamos en que por eso nos iba tan bien, sin sospechar nada, porque sospechar es de sediciosos.

Hoy, que se ha desvelado gran parte de la partida que tenían montada unos cuantos cuyas caras no conocemos ni vamos a conocer nunca, nos hemos quedado boquiabiertos, patidifusos, desorientados, pero igual de inocentes, esperando que va a venir alguien que nos va a salvar también de ésta.

Bicis y circo

En el asunto de las bicis está ocurriendo algo similar. Nos hemos dejado gobernar por ineptos, que han hecho y han desecho sin criterio, de acuerdo a un sólo principio, la rentabilidad política, la rentabilidad asociativa o, peor aún, la rentabilidad de algunos grupos empresariales, y nos han llenado la ciudad de basura en forma de carriles bici innecesarios, deficientes y peligrosos, aparcabicis incomprensibles, inseguros y mal localizados, y bicicletas públicas caras, inútiles y presuntuosas... y se han gastado un pastón. Pero todos tan felices, defendiendo todo esto, creyendo que estaban haciendo algo por nosotros, cuando realmente estaban trabajando, otra vez más, por ellos mismos.

Y ahora que llegan las duras (las otras debían ser las maduras) nos damos cuenta de que no les tiembla el pulso para desmantelar el tinglado con la misma desfachatez con la que lo montaron, y decir diego donde dije digo sólo por tratar de mantener sus posiciones más o menos apoltronadas o seguidistas. Y todos tan contentos, creyendo que la gente es estúpida, que se chupa el dedo, que si no fuera por ellos no tendrían nada y no serían capaces de tomar decisiones.

¿Hasta cuándo durará todo este circo?

viernes, 18 de noviembre de 2011

Refundemos la aldea local

Nos han enseñado aquello de "piensa globalmente y actúa localmente" para reaccionar ante los males que nuestras actitudes y acciones personales pueden hacer en la expoliación del planeta, hemos vivido en la aldea global felices de creernos los dueños y conocedores del mundo, hemos participado en la globalización de una manera más o menos consciente, más o menos interesada, hemos favorecido la deslocalización de las actividades y de la producción amparados en nuestras miserias o en nuestra avidez de tenerlo todo ya y a un precio de escándalo.

En este camino, hemos despreciado a nuestro proveedor local, hemos ninguneado al productor de aquí, hemos descalificado al artesano de casa, llamándole usurero y ladrón, hemos ignorado a nuestro vecino desconfiando de sus intenciones y nos hemos ido a la conchinchina a por las cosas que teníamos aquí, en nuestro pueblo. Todavía vivimos en eso, aprovechando vuelos baratos, comprando en cualquier parte del mundo, obviando el hecho de que el petróleo barato, la acumulación de capitales y la explotación laboral allá donde no tenemos que presenciarla son los que estan alimentando y favoreciendo todo este rollo.

Mirarse al ombligo propio... y al del vecino

Pero ha llegado un momento en que todo esto va a hacer crak (si es que no lo ha hecho ya suficientemente), y luego vendrán las lamentaciones. Antes de que todo eso ocurra hay que ponerse manos a la obra y hay que volver a verse las caras. Las conocidas, las de siempre y las nuevas, las de todas aquellas personas que estén dispuestas a que una buena parte de todo esto dependa de nosotros y que no estemos esperando a que alguien decida por nosotros. No es una cuestión de miedo, tampoco una visión apocalíptica del asunto, es más bien una cuestión práctica, de apostar por lo cercano, por lo tangible, por lo comprobable, por aquello en lo que detrás hay personas conocidas y reconocibles, que se responsabilizan y responden por lo que hacen, porque se la juegan y por tanto les importa lo que hacen y lo hacen bien.


Es hora de volver la mirada al pueblo, al barrio, a la calle que conocemos y que se ha convertido en nuestra gran desconocida, porque hemos decidido "libremente" aislarnos en un mundo lejano, intangible y diferido, donde nos hemos sentido seguros, poderosos y protagonistas, pero donde no pintamos nada de nada. Hay que volver a enfundarse la boina y salir a mirarse a la cara, con ilusión, con propuestas, con optimismo, con ganas de pintar, de aportar, de hacer, de construir, de arrimar el hombro para que todo esto no se vaya a la mierda sin creer al menos que hemos hecho algo por ello. Y plantear alianzas, pactos, compromisos, sin esperar a que vengan grandes salvadores, visionarios o profetas, antes de acabar convertidos en auténticos anacoretas de nuestra civilización.

No es tanto cuestión de recuperar el tiempo perdido, como de trabajar en la creación de nuevas oportunidades que den pie a nuevos escenarios donde seamos más protagonistas que espectadores de algo que nos ocupa y nos preocupa en primera persona: nuestras propias vidas. Con honestidad, con honradez, con dedicación y con implicación.

Nos vemos.

La encerrona final

El ejercicio de hoy es una invitación a la imaginación calenturienta y al maquiavelismo despiadado. El tema, el de siempre: las bicicletas en la ciudad.

Durante la última década, hemos presenciado impávidos el desarrollo, consumación sería más propio, de toda una serie de intervenciones cuya finalidad se nos ha convencido que es la de fomentar el uso de la bicicleta en espacios urbanos. Así hemos visto como muchas aceras han sido invadidas, por ampliación o por redistribución del espacio, canalizando la circulación ciclista e invitando a las personas a que anduvieran en bicicleta por ellas o por carreteritas exclusivas, apartándolas del tráfico rodado para defenderles del peligro de sus convecinos, una partida de conductores desalmados dispuestos a ponerles en peligro o incluso a acabar con sus vidas. Puro determinismo.

Así, además de las vías o marcas ciclistas (a veces basta con pintar), los aparcabicis, esas ridículas estructuras metálicas que sirven para abandonar la bicicleta en la calle, también se implementaron en las aceras, a costa, otra vez, de recortar el espacio, la comodidad y la seguridad de los peatones y siempre en aras del bien común, que no es otro que el derecho inalienable e indiscutible de los que utilizan el coche de hacerlo con todo tipo de facilidades, derechos y privilegios. También se habilitaron servicios de bicicletas públicas, que han ido acabando de colapsar las aceras de ciclistas. Misión cumplida: el tráfico vuelve a fluir.

La consecuencia de todas estas maniobras encaminadas a disuadir a los que utilicen bicicletas de hacerlo por la calzada no se hace esperar. Los peatones, los grandes damnificados de todo este proceso, se rebelan y denuncian la situación en la que se han visto envueltos con esta invasión masiva de sus espacios. Y ganan, porque para eso son mayoría. Y consiguen que se empiece a cuestionar la circulación de bicicletas por aceras de manera impune. Y consiguen que se les corte el aire a todas esas personas que andan en bici por plataformas peatonales, como si fuera su responsabilidad haber llegado a ese extremo. Y consiguen que se restablezca el orden en este espacio. Hasta aquí, todo lógico.

Pero ¿y si todo este proceso tuviera como puntilla tratar de eliminar a los infelices ciclistas del escenario urbano por resultar inconvenientes en este orden establecido? ¿Y si todas estas maniobras que han parecido improvisadas, resulta que han sido concebidas magistralmente para llegar a este punto sin retorno por unas mentes maquiavélicas al servicio de intereses dicotómicos que quisieran reducir las alternativas de movilidad urbana al binomio coche-peatón?

Dejarme ser malpensado.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ciclista sal de la acera, no te van a atropellar

Hay una creencia muy arraigada entre los que invaden las aceras montados en sus bicis, de que la carretera es igual a muerte o accidente grave seguro. No les falta razón. De hecho, la inmensa mayoría de los atropellos graves de ciclistas se producen precisamente cuando estos acceden desde una plataforma peatonal a la calzada, bien sea circulando por aceras, bien sea circulando por carriles bici segregados del resto del tráfico.

Sin embargo esta creencia, por más que pueda ser mayoritaria, no responde a ningún hecho o estadística evidenciable, sino, más bien, a un interés en la autojustificación de su actitud de manera generalizada, lo cual, defendido repetidamente hasta la saciedad, parece más cierto, más incuestionable y hasta más legítimo, cuando no más legal... pero a todo se llegará.


El hecho es que la mayoría, la inmensa mayoría de los conductores de automóviles no salen a la calle a ver si cazan algún ciclista o algún peatón infortunado por puro deporte o por afán ajusticiador. Siempre hay excepciones, pero todavía no he tenido noticias de nadie (miento, está aquél "kamikafre" que dió la vuelta al mundo por arremeter contra una masa crítica en Porto Alegre) que se dedique a atropellar ciclistas. Ni siquiera los energúmenos con los que te puedes topar en hora punta tienen intenciones de acabar con tu vida, como mucho hacen amagos de violencia o de lo que ellos creen que es poderío al volante.

Si revisamos los últimos atropellos graves o mortales acaecidos en nuestro país en entorno urbano, ninguno se produce por alcance, es decir, por detrás. Todos son colisiones laterales o atrapamientos porque las víctimas no son visibles o no circulan haciéndose ver y ocupando un espacio suficiente en la calzada. Así de simple. Luego está la mala suerte, pero esa no se puede evitar.

Ocupa la calzada

Así pues, basta en la práctica totalidad de los casos con ocupar un espacio suficiente en la calzada, con respeto, con dignidad y con seguridad, sin insolencia pero haciéndose valer para forzar los adelantamientos por otro carril. Basta con separarse al menos un metro de los bordillos y de los coches aparcados, no adelantar por la derecha si no tenemos absoluta certeza de que no corremos peligro, posicionarnos delante o detrás de los coches en los semáforos y stops, mantener una línea, señalizar nuestras maniobras, mantener una distancia de seguridad y circular a una velocidad adecuada.

Hoy me ha llegado la última actualización del mapa las Calles tranquilas para andar en bici por Madrid de Villarramblas. Un trabajo exhaustivo que nos informa de que en Madrid, como en muchas otras ciudades (Vitoria-Gasteiz tiene uno editado oficialmente) la mayoría de las calles son ciclables ya y por ellas se puede circular de manera segura y tranquila, ofreciendo alternativas estupendas a las arterias congestionadas donde la violencia vial es mucho mayor y el riesgo de un susto por tanto también.

martes, 15 de noviembre de 2011

Mira mamá puedo solo

Aprender a andar en bicicleta es algo más que una pura cuestión de equilibrio. Este es el axioma que se repite una y otra vez cuando hablamos de circular con una bicicleta en la ciudad. Es cierto. No se aprende a andar en bicicleta por ciencia infusa, pero tampoco hay que sacar las cosas de quicio cuando se proponen "biciescuelas" y cosas similares.

Lo que sí es real es que hay mucha gente a la que se le está invitando a conducir una bicicleta y que acumula muchos miedos e inseguridades que les hacen "refugiarse" en las aceras, donde tampoco acaban de adquirir los fundamentos básicos que les hagan poder concurrir en el tráfico en unas condiciones mínimas de seguridad y confianza.


Enseñar a andar en bicicleta es una tarea interesante, pero superar los prejuicios de mucha gente que ve en el tráfico rodado un peligro insalvable es una labor mucho más difícil y de resultados mucho más comprometidos.

Mantener el equilibrio, seguir una linea, salvar unos obstáculos, soltar una mano, soltar las dos, mirar atrás, levantar una rueda, derrapar... todo eso está muy bien y es imprescindible para dar el paso siguiente, que es realmente el paso crucial.

Posicionarse al circular, evitar las zonas de riesgo, saber ganar carriles en una avenida, señalizar las maniobras, mirar a los ojos, circular por zonas peatonales con respeto y con cuidado, anticipando las trayectorias de los peatones, saber bajarse de la bici en un momento dado o en un tramo completo, mirar de reojo, oir, frenar en mojado o en terreno suelto, corregir una trazada, salvar un imprevisto... son cosas que sólo se aprenden con la experiencia y hoy en día no hay cursos para esto.


Los "bicibuses" son también iniciativas que ayudan a incentivar el uso de la bicicleta en determinados centros, pero, al final, la persona que anda en bicicleta de manera habitual lo hace sola, sin más protección que su habilidad y su instinto, de su confianza, de su sentido común, de su empatía y de su capacidad de interactuar y entenderse con los demás, de improvisar, de cambiar de planes, de reconocer las situaciones, de actuar con respeto, con precaución y con dignidad. Algo mucho más humano por suerte que conducir un coche y con ello mucho más complejo de explicar pero mucho más sencillo de aprender.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Este tipo es un payaso

Bromas aparte, este tipo es realmente un payaso y, además de eso, es uno de los grandes cicloviajeros que actualmente rulan por el mundo. Alvaro Neil es Biciclown, el "Ciclopayaso". Todo un personaje, toda una persona, toda una vida dedicada a andar en bici y conquistar mundos, personas, a base de risas, de sonrisas. Sus muecas, sus chistes, sus invenciones, sus salidas, su forma de ver la realidad, distorsionada por su kaleidoscopio de humor, aumentada por la intensidad de la itinerancia en bicicleta, en su bicicleta, que es a la vez su compañera, su vehículo y su casa.

Biciclown es un tipo que bien merece un homenaje. Y en Pamplona se lo vamos a dar. El próximo sábado 19 de Noviembre a las 19:00 horas en el Salón Audivisión 1 del Colegio Salesianos en la calle Aralar 7 se va a proyectar su documental "La Sonrisa del Nómada", justo cuando se cumplen 10 años desde que Alvaro comenzó su aventura de unir sonrisas y cicloturismo. Toda una oportunidad para reunirse alrededor de una de esas historias personales irrepetibles, singulares, simpáticas y además originales.

Además de poder ver el audiovisual, sus amigos se han puesto en contacto con él, que les ha confirmado que estará disponible para mantener una cita en directo gracias a la cibertecnología y estará encantado de dialogar con nosotros.

¡Estáis invitados!

A modo de aperitivo...

domingo, 13 de noviembre de 2011

Carril perro, vida perra

No es una descripción de un carril bici, aunque cabría un silogismo que asociara el ejercicio de encarrilar a los distintos usuarios de los espacios públicos con algo indigno o muy malo, en esa desafortunada pero también muy utilizada acepción del término perro como adjetivo. En ese sentido cualquier carril es en sí mismo perro porque limita, condiciona, segrega, discrimina, cercena la libertad de movimientos, la discrecionalidad. 

Esta vez no. Esta vez es literal. Me he topado con la sorpresa de que la circulación que se trata de condicionar es precisamente la perruna. Increíble pero cierto. Es tal la obsesión de nuestros ordenantes que ya no saben a quién controlar con tal de que no sean los automovilistas. ¿Perros? Por aquí, por favor.


Ya nos habíamos acostumbrado a otro tipo de señalización que los excluía de determinados espacios por resultar indeseables.


Y también se nos empiezan a hacer familiares otras señales que regulan la actividad perruna en nuestras calles y parques.


Habíamos visto perros utilizados como señalización horizontal para advertir a los menores de la peligrosidad que les acecha en la puerta de sus colegios, que no es otra que la agresividad y las prisas de sus padres que, a bordo de sus coches, van a recogerles poniéndoles en peligro.


Ahora bien, lo del "carril perro" se lleva la palma o la zarpa, que en este caso igual es más adecuado.

El otro día en una discusión de red social alguien dijo que al único al que habría que segregar en nuestras ciudades es al coche, el único que verdaderamente discrimina a los demás, el único que condiciona al resto de usuarios de nuestras calles, el único peligroso y que pone en juego la seguridad de los demás.

No sé qué llegaremos a ver con tal de no tocar el espacio reservado para el coche en nuestras ciudades. Ya hemos segregado a las bicicletas, a los peatones, al transporte público, a los patinadores y ahora también a los perros. ¿El siguiente por favor?

viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Cómo será la ciudad ciclista del futuro?

Nos encontramos en fechas críticas, presenciamos tiempos cambiantes, llenos de incertidumbres y de incógnitas. Estamos inmersos en una expectación colectiva, convulsa, inquietante, donde se está cociendo un nuevo orden de cosas que puede dar lugar a oportunidades inmejorables y a fracasos estrepitosos, simultáneamente. Miramos al futuro con interés pero ciertamente desconcertados porque la trayectoria que llevábamos parece ser que no va a tener proyección, afortunadamente. En medio de esta confusión ¿qué nos deparará el futuro a los que usamos la bicicleta?

Es tiempo de promesas y de propósitos, hay que confiar en que los tiempos que vienen tienen que ser prometedores a pesar de que el panorama siguen insistiendo en pintárnoslo negro mate. Las últimas intervenciones sobre las democracias no auguran nada bueno, pero vamos a ser optimistas pese a que nos puedan tachar de ilusos o de ingenuos.

Hoy Juan Carlos I compartía este vídeo en una red social, como añorando lo que pudo haber sido y no fue o el tiempo que nunca volverá.


Oxford Ciudad Ciclista en 1950 from Ciudad Ciclista on Vimeo.

Este es un ejercicio que hemos hecho muchos y realmente no sirve para nada que no sean lamentaciones, justificaciones o argumentaciones más o menos aventuradas. Creo que es interesante tener perspectiva para no perder el norte aunque, como también cabe recordar, igual en el norte no esté el modelo y haya que configurar un modelo más adecuado a la idiosincrasia, a la forma de vida y al estilo de asentamientos urbanos que tenemos por estas latitudes, con una distribución modal mucho más sostenible, más social, más relacional, más suave y más tranquila que la de esos paises norteños.

Vivimos en ciudades privilegiadas, con mucha gente andando por nuestras calles, que todavía conservan los núcleos urbanos compactos, densos y diversos en un estado aceptable. Muchas de ellas además haciendo esfuerzos ímprobos para mejorarlos, revitalizándolos, con buenos resultados, habilitando y rehabilitando espacios para las personas, para el encuentro, para la convivencia, para la socialización. Peatonalizaciones, reurbanizaciones, reconfiguración de la circulación, reinvención de la distribución y de los usos de los espacios públicos... y bicicletas.

¿Qué pintan las bicicletas en la ciudad del futuro?

Aquí está el quiz de la cuestión y aquí es donde es difícil de mantener un equilibrio, sobre todo entre las filas pro-bici. La bicicleta es un vehículo idóneo para los desplazamientos urbanos en nuestras ciudades pero ¿es ese argumento suficiente para querer aspirar a su crecimiento y masificación así sin más? Parece contradictorio que los que tratamos de fomentar su uso nos lo tengamos que cuestionar, pero resulta imprescindible.

Commuter-bike by Brooklyn Cruiser

Desde luego, la bicicleta puede desempeñar un papel interesante en la composición de esa ciudad deseada, pero esto no es óbice para que se haga de una manera equilibrada y razonable. Nunca en detrimento de los peatones. Nunca deteriorando los espacios recreacionales, cada vez más frecuentes pero todavía insuficientes, que por definición y para mantener su cualidad, deben de permanecer libres de tráfico, incluso ciclista. Tampoco el trasvase de usuarios desde el transporte público, aunque sea inevitable, debe ser un objetivo, porque podría condenarlo a una inviabilidad económica peligrosa. El objetivo debe ser restar usuarios del vehículo privado, ya sean conductores como pasajeros.

Partiendo de esta base, que en muchos lugares, en la mayoría, se ha obviado, podremos empezar a imaginar esa ciudad deseada y deseable. Pero ¿cómo se invita a los automovilistas a abandonar sus coches para montar en una bici? Algunas medidas ya han empezado a apuntarse y se han trabajado en distintas ciudades con resultados dispares y, muchas veces por indecisión, otras por falta de tenacidad, han generado más problemas que soluciones.

Facilidades ciclistas

Me refiero por supuesto a las areas de convivencia (de prioridad peatonal y de circulación por debajo de 20 kms/hora), de las zonas 30, de las ciclovías o señalización central en la calzada informando de su uso compartido, de las zonas peatonales de tránsito restringido, de las reurbanizaciones y de otras cosas menores. No me refiero en absoluto de las deficientes y peligrosísimas aceras bici bidireccionales, de las pintadas en las zonas peatonales o de los carriles bici temerarios. A esos ya les hemos dedicado demasiado tiempo, demasiado dinero y han provocado demasiadas incomodidades y demasiados accidentes.

Ciclovía en Reus gracias a Haritz Ferrando (BACC)

La concurrencia de la bicicleta en la circulación debe lograrse sin perder sus virtudes como vehículo y ganando algunos privilegios por su aportación a la construcción de ciudades limpias, seguras, amables y tranquilas. Y eso debe lograrse, de una manera progresiva pero natural, nunca acelerada, forzada y traumática. Y debe conseguirse a costa de espacios y prebendas de los coches.

Para ello hará falta también habilitar corredores seguros en las arterias principales de la ciudad, en sus pendientes y en sus nudos viarios, pero en la inmensa mayoría de las calles, con un sólo carril en cada dirección, bastará con reducir la velocidad y recomendar a los ciclistas ocupar todo el carril.

Desde luego eso requerirá una reeducación vial de toda la población, empezando por todos los conductores, pasando por los propios ciclistas y no perdiendo de vista a nuestros menores. Campañas, programas, talleres serán necesarios, imprescindibles. Aprender a andar en bici por la ciudad es en nuestro país una asignatura pendiente. Para esa revalorización y reinstitucionalización de la bicicleta serán muy útiles algunos centros sociales especializados en el tema, que aporten una visión informal, de carácter relacional, que dispongan información, que articulen sus propias propuestas y que sean espacios de encuentro y lugares de referencia.


Pero no hay que olvidarse nunca de la seguridad y la comodidad en el aparcamiento. Sin él esa ciudad apta para ciclistas no será nada. Y no basta con habilitar aparcabicis en los centros que polarizan la atracción de viajes en la ciudad, también habrá que pensar en soluciones a cubierto, cerradas, vigiladas y, por qué no, de pago. Nos sorprenderíamos de la gente que está dispuesta a pagar por tener su bicicleta de calidad a buen recaudo tanto en sus destinos habituales como en su domicilio.

Hay más cosas, pero estas recogen la esencia de una visión espacial que debería convertirse en una misión. Sin prisa pero sin pausa, sin vehemencia pero con determinación, sin atropellos pero con paso firme.

Bicycle City by tripowski

martes, 8 de noviembre de 2011

Acción mutante

A veces, la mayoría de las veces, cuando tratamos de explicar las cosas generalizamos, categorizamos, segmentamos la realidad, exagerando, para tratar de explicarlas de una manera simplificada de forma que resulte más claro y contundente nuestro argumento y nuestra propuesta. Pero la realidad es compleja, mucho más compleja de lo que nos gustaría.

Nos gustaría, porque así lo explicamos, que la gente que eligiera una vez una cosa lo hiciera así de manera permanente. Eso simplificaría mucho las cosas para posicionarse y tomar las medidas oportunas para trabajar sobre estas decisiones tanto para fomentarlas, si ayudan a conseguir los objetivos que perseguimos, como para desincentivarlas, en los casos en los que no sean tan convenientes.

Sin embargo, las personas somos volubles. Nuestras decisiones cambian y dependen de muchos factores, muchos de ellos irrenunciables, otros absolutamente triviales. La comodidad es un elemento clave en todo ello. La experiencia es otro. Las circunstancias son determinantes.

En esto de la movilidad urbana hablamos de peatones, ciclistas, automovilistas, usuarios del transporte público como si fueran grupos aislados, independientes y, más que eso, opuestos o excluyentes. Nada más lejos de la realidad.


Cualquier persona que se mueve a diario en su ciudad utiliza inevitablemente varios modos diferentes de transporte dependiendo de las características del desplazamiento que se proponga. 

La distancia, el tiempo, la climatología, la orografía, la tranquilidad, la seguridad, la compañía, la carga, la capacidad son sólo algunos de los elementos que todos valoramos a la hora de elegir el modo en el que nos vamos a desplazar.

Así cualquiera, todos, dependiendo del desplazamiento que nos propongamos vamos a pie, en coche, en transporte público o en bici, o combinando varios de ellos. Esto, más allá de suponer un problema, lo que representa es una oportunidad. ¿Por qué? Pues simplemente porque muchas personas, la mayoría, conocen la realidad de los demás cuando utilizan los distintos medios de transporte a su disposición mucho mejor de lo que muchos están dispuestos a reconocer.

Esto es, que todos los conductores de automóviles, caminan, muchos, además, utilizan el transporte público, algunos, cada vez más, andan en bici por la ciudad y algunos son discapacitados o lo están temporalmente. Es por ello que no se puedan valorar de manera categórica las elecciones de cada uno, sino tan sólo los papeles que juegan en sus distintas actuaciones cuando utilizan uno u otro modo.

Así los peatones no deben ser considerados como peatones sino como personas que caminan, los automovilistas no son automovilistas sino personas que conducen automóviles, y tampoco los ciclistas, ciclistas, sino personas que conducen bicicletas. Lo son además en el preciso momento en que realizan estos ejercicios nada más. Y las mismas personas en el transcurso de una jornada pueden hacer las tres cosas, incluso más.

Por eso no tiene sentido tratar las opciones como categorías y mucho menos como compartimentos estancos o como castas que rivalizan por el mismo espacio y que demandan las garantías exclusivas para desenvolverse de acuerdo con su elección. 

No podemos ser deterministas aunque resulte tentador (y muchas veces necesario), porque, cuando hablamos de movilidad, las personas somos seres mutantes y nuestras acciones e interacciones también lo son. Y eso la estadística no lo trata y las encuestas tampoco, como tampoco lo hacen los juicios de valor.

Así pues, de la misma manera que muchas veces tratamos de simplificar, generalizando, hoy el ejercicio propuesto es tratar de comprender la complejidad, la alternancia, la volubilidad, la variabilidad y la casuistica de las opciones de movilidad de las personas de una ciudad, para tratar de comprender que, muchas veces, casi todas, donde vemos un enemigo o un rival, nos podemos encontrar a nosotros mismos en otro momento de nuestra jornada, de nuestra semana, de nuestra temporada o de nuestra vida. O a un familiar, o a un amigo, o a un conocido, o a un desconocido.

Visión nocturna

De noche las cosas se ven distintas. Hay algunas que no se ven y hay que tener cuidado con ellas. Pero hay otras que se ven, precisamente por eso, porque es de noche. El cambio de iluminación ofrece algunas imágenes que de día no se pueden ver.

Desde que nos han adelantado la noche, hay cosas que se iluminan y dejan ver al trasluz. Hoy he tenido esta visión y me ha parecido realmente significativa.


Hay casas que tienen este tipo de facilidades: cuartos de bicis. Accesibles, suficientemente grandes, junto a la puerta, en la planta baja, un lugar donde guardar la bicicleta en casa es fácil y seguro. Esencial. Primordial. Poco se habla de este tema cuando se plantean prioridades en la promoción del uso de la bicicleta y, sin embargo, resulta uno de los aspectos cruciales. Uno de los motivos por los que la mayoría de la gente no se anima a usar la bicicleta como vehículo utilitario es precisamente este: la dificultad para guardar la bicicleta en casa.

Es clave afrontar este problema que es mucho más importante y mucho más generalizado de lo que la mayoría de impulsores de la bicicleta piensa y es uno de los factores más disuasorios de su uso. Si guardar la bici en casa se convierte en una penitencia para el usuario o en una molestia para los demás, al final, se buscarán alternativas más cómodas, más rápidas y menos engorrosas.

Y es precisamente durante la noche cuando se perpetran la mayor parte de robos y vandalismos en la calle y cuando se puede ver dónde y cómo "duermen" las bicis en la ciudad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Por dónde íbamos?

Hemos dado tantas vueltas al asunto de circular por la ciudad que ya empezamos a estar un poco mareados o mucho. Tanto que ya hemos perdido el norte y, lo más importante, estamos empezando a perder la perspectiva.

Hemos complicado cosas que eran sencillas intentando buscar soluciones a algo que era irresoluble: el tráfico en la ciudad. Hemos ampliado las calzadas hasta límites insospechados, hemos condenado el paso de los peatones como si fueran unos apestados que molestan en el tránsito masivo, el de los coches, hemos apartado a las bicis de la circulación intentando relegarlas a pasillos imposibles porque eran lentas y débiles, hemos ninguneado al transporte público comprometiendo su eficacia, y, una vez hecho todo eso, hemos ordenado la ciudad para el coche. Grandes viales, oferta descomunal de aparcamiento, semáforos, rondas, rotondas... todo al servicio del coche.

Todo iba bien hasta que llegaron "los apocalípticos"

Nada hubiera resultado problemático si unos cuantos estúpidos visionarios atormentados por sus perspectivas apocalípticas no se hubieran dedicado a alertar al mundo con sus mensajes alarmistas hasta llegar a convencer a muchos ayuntamientos de la necesidad imperiosa de reducir el uso del coche drásticamente en las ciudades para poder salvar el planeta y para poder recuperar las ciudades para su uso y disfrute, en vez de para ser atravesadas lo más rápidamente posible. ¡Menuda idea!


El objetivo de esta banda de profetas no era otro que cambiar el orden de las cosas a base de invertir las prioridades de circulación. Para ello pusieron en lo más alto a los inútiles peatones. ¡Ja! Y detrás de ellos colocaron a los anticuados ciclistas con sus ridículas bicicletas. ¡Cómo no! Después vendrían el transporte público, las motos y al final los coches.

El problema llegó cuando intentaron poner en práctica sus teorías. Se encontraron con que la gente estaba demasiado aferrada a una forma de vida en la que el coche se había convertido en algo imprescindible, tan imprescindible que no entendían la vida sin él. Y así ocurrió que, pese a los intentos más o menos simbólicos de coartar la utilización del coche a través de la limitación de velocidades, la tarificación del aparcamiento y la peatonalización de las zonas centrales, la gente que utilizaba el coche siguió usándolo con la misma convicción.

Peor les fue a los ciclistas, que vieron como las promesas de protegerlos y mejorar sus condiciones de circulación se quedaban reducidas a unos cuantos kilómetros de carriles bici estrechos, difíciles de transitar, sin márgenes de seguridad y la mayor parte de las veces implementados en aceras o por detrás de los coches aparcados. Si andaban mal, ahora además tenían que entendérselas con los peatones. Toda una provocación. Eso además de unos cuantos aparcabicis y, en las ciudades más ambiciosas, un juego de bicicletas públicas, conformaban la oferta para esa especie que ahora tenía la categoría de ser "especie protegida".

Los grandes beneficiarios de este nuevo orden, que iban a ser los peatones, vieron cómo sus aceras fueron invadidas de una manera prescriptiva por las bicicletas. Algunas fueron divididas con los ciclistas, el resto fueron automáticamente compartidas. Y hubo que reordenar todas las normas para intentar comprender el desaguisado. Eso y unas cuantas islas peatonales que por la mañana se llenaban de camiones y furgonetas intentando hacer llegar las mercancías a los negocios y a los residentes en esas áreas. Encantados.

La llegada de "los otros" acabó de desquiciar la cosa

Llegados a este extremo, una vez que todo esto está hecho y la gente está empezando a asumirlo como normal van y aparecen otros, mucho más estúpidos que los anteriores visionarios, y dicen que esto no sólo es insuficiente sino que es inconveniente y, para más inri, peligroso. Y reclaman sentido común. ¿Es que se han vuelto locos? ¿Sentido común a estas alturas de partida? ¿Ahora que tenemos todo este cotarro montado?


Y nos tratan de convencer de que todo hubiera sido mucho más sencillo y más natural con menos intervención sobre el terreno y más intervención sobre la circulación motorizada y con una buena dosis de educación y respeto. ¡Venga ya! ¿Ahora que nos hemos gastado un montón de millones haciéndoos cositas para que estéis contentos? Ahora no. Ahora, de hecho, nos vamos a servir de algunos de los vuestros, que han tragado, para desautorizaros y presentaros como extremistas radicales y enemigos de la promoción de la bicicleta, además de inconscientes, retrógrados y asesinos de niños y ancianos. Así se os curará un poco lo vuestro.

Hasta que todo dio la vuelta...

Todo perfecto y ordenado... hasta que un buen día nos desayunamos con una crisis monumental que nos deja sin fondos y empezamos a recular. Y donde dijimos infraestructuras fabulosas, lo vamos a dejar en respeto mutuo, y donde propusimos segregación ahora vamos a aventurarnos con el calmado del tráfico y promulgamos la convivencia. Así de fácil. Y vamos a ir por donde íbamos: los peatones por las aceras y los vehículos por las calzadas. Tremendo descubrimiento. Y además nos vamos a llevar bien porque no nos queda otro remedio. Y encima vamos a estar contentos con todo esto porque es lo mejor que nos puede ocurrir y, sobre todo, lo más barato. ¿Lo pilláis?