domingo, 15 de junio de 2014

Lo que no queremos ver

Los accidentes nos ciegan. Nos hacen ponernos automáticamente del lado del más perjudicado y culpabilizar a los demás. Da igual lo que haya sido. Somos misericordes y nos gusta serlo. Nos parece que las cosas funcionan mejor así o deberían funcionar mejor. Poniéndonos del lado del más débil o del peor parado. Y muchas veces acertamos. Aunque otras no y no somos capaces de reconocerlo, o nos parece que con ello transgredimos una norma ética según la cual construimos toda nuestra lógica de ordenación y priorización en el mundo que nos rodea: el débil es el bueno.

El problema con este tipo de conductas, que no dejan de ser reflejos, impulsos que nos ayudan a creer en buenos y malos, en culpables e inocentes y en santos y demonios, es que muchas veces no nos deja ver lo que realmente sucede a nuestro alrededor. Es cierto que muchas veces no podemos verlo, pero no es menos cierto que muchas otras lo que nos pasa realmente es que no queremos verlo.


Con los accidentes ciclistas pasa y mucho, sobre todo entre las filas ciclistas. Tenemos de tal manera demonizados a los automovilistas (no todos ni a todos pero sí generalizando) que no se nos pasa por la cabeza que voluntaria o involuntariamente los conductores de coches no sean otra cosa que culpables y, de paso, malos. Cuando la víctima es mortal entonces mejor ni mencionarlo.

Lo vimos hace un tiempo en aquel fatal accidente de Corella, cuando primero quisimos ver un atropello y luego nos dimos cuenta que podía haber sido una negligencia del ciclista favorecida por unas infraestructuras deficientes y por una señalización inexistente. Nos negamos a reconocer la realidad aunque sea evidente, al menos en primera instancia, y ponemos el grito en el cielo maldiciendo el automovilismo.

Con el desdichado incidente de Castellón podemos estar ante otro caso de lo mismo. Negacionismo reincidente y recalcitrante. Nos gusta ver energúmenos al volante o algo así. Agresores vehementes. Incontrolados sobrepotenciados por su carrocería y su acelerador. Y no suele ser así más que excepcionalmente.

El otro día nos subyugaba la imagen del ciclista recogido por las asistencias médicas, la bicicleta desvencijada a un lado y el coche casi intacto parado en el centro del carril. Todo encajaba. Ahora hagamos el ejercicio en el otro sentido y miremos desde la perspectiva contraria.


Desde este punto de vista las cosas cambian mucho y pueden arrojar otro tipo de luz al incidente. Aquí vemos un semáforo en medio de una recta, con un paso de acera bici perpendicular. Esto ya son otras cosas. Esto ya nos presenta una situación más conocida. Esto nos presenta otra hipótesis distinta a la presupuesta en la noticia. Esto puede que no sea un ciclista circulando por la calzada,. Esto puede explicar la situación anómala del ciclista en el carril izquierdo. Dejémoslo tan sólo en hipótesis.

Lo que pasa es que muchas personas no están dispuestas a verlo y para ella tan sólo sugerirlo es algo así como una profanación o una injuria.

martes, 10 de junio de 2014

Arrollar a un ciclista

La imagen es demoledora. Un coche, un tanque, ha sufrido un daño menor después de haberse llevado por delante a un ciclista cuyo pronóstico es grave.

Imagen del accidente en Avenida del Mar (Castellón). - MANOLO NEBOT (El Periódico Mediterráneo)

Es difícil hacerse con un suceso de esta magnitud. Es una desgracia, una fatalidad y eso lo hace doblemente grave e inabordable. Tratar de enjuiciarlo es una temeridad y una trivialidad sin fundamento. Pero no nos podemos abstraer a la elocuencia de la imagen. Esa bici tranquila, con su cesta, no es el prototipo de un ciclista agresivo ni tampoco de uno ocasional. Delata a un usuario cotidiano, a un ciclista habitual. Que circule por la calzada lo hace aún más evidente. Un ciclista utilitario

Cabrían todo tipo de cuestiones. ¿Por qué el ciclista circulaba por el carril izquierdo si no hay ningún cruce o rotonda que lo justifique? Pero hay algunas que son decisivas. ¿Cómo se puede arrollar a un ciclista que circula por la calzada en el mismo sentido? ¿De qué sirve un casco en este tipo de colisiones? ¿Y el timbre?

Sólo cabe esperar que el ciclista se restablezca y que el caso se esclarezca, hasta entonces sólo nos queda pelear contra el impacto de la imagen y el eco de esas preguntas y sus terribles consecuencias.

jueves, 5 de junio de 2014

Al contraataque

La industria del automóvil sigue tratando de sobreponerse a la propagación de las tendencias desmotorizantes que se están imponiendo en las ciudades. Los mensajes dirigidos a la desincentivación del uso del coche se han generalizado en la mayoría de las ciudades del mundo presuntamente civilizado. Mensajes como el que ha enviado la Ciudad de Melilla hace apenas unos días.



Frente a esto la todopoderosa y maquiavélica industria del automóvil no se ha quedado impávida y ha propuesto otra vez más la huida hacia adelante. Esa que ha protagonizado en las últimas décadas mostrando ciudades sin coches, paraísos para los del volante, imágenes idílicas. Ahora fagocitan también el mensaje dirigido a fomentar el caminar. Ya lo vimos en su día con respecto a las bicicletas.



Esto va en serio. Estáis avisados.

domingo, 1 de junio de 2014

La batalla de las Navas de Tolosa

La Reconquista. Ese fue el motivo de esa famosa contienda en la que se recuerda la expulsión del dominio musulmán de tierras ibéricas y la hegemonía de las fuerzas cristianas. Nada que loar, nada que exculpar, pura constatación.

Gracias o por culpa de semejante hazaña muchas de nuestras ciudades cuentan con calles que recuerdan ese hito histórico. En mi ciudad la Calle Navas de Tolosa es una de las mejores representaciones del dominio histórico del automóvil sobre los parroquianos de a pie, por lo cual se puede (y se debería) convertir en una de las candidatas a la Reconquista Peatonal y Ciclista. Toda una concurrencia de simbología.

Navas de Tolosa antes de la motorización - Fuente: Navarra en el pasado

El peatón, ese ser paciente, sufrido, acostumbrado a vivir de la misericordia de los señores del automóvil, acostumbrado a hacer recorridos penitentes por pasos de cebra retranqueados, rotondas interminables y aceras llenas de ciclistas, acostumbrado a renunciar a sus derechos hasta límites impensables, está llamado a ser el gran protagonista en la Reconquista de la habitabilidad de los espacios públicos, de las calle, en lo que llamaremos la Batalla de la Calle Navas de Tolosa.

Navas de Tolosa en la proto-motorización (1965) - Foto extraída de Memorias del viejo Pamplona

La Calle Navas de Tolosa de mi ciudad presenta el mismo perfil y los mismos síntomas de sobremotorización, discriminación peatonal y depredación circulatoria que muchas otras. Una calle céntrica, clave para el acceso de las personas de los barrios más poblados de la localidad al Centro de la ciudad. Una calle que discurre por uno de los corredores abiertos en la todavía dominante muralla que aún se conserva para orgullo de propios y asombro de extraños. Una calle que es Camino, una calle que se le ha dado a los coches aunque no les sirva realmente para entrar ni para salir.

La Calle Navas de Tolosa tiene 6 carriles: 2 de aparcamiento y 4 de circulación, cuenta con las aceras más transitadas de toda la ciudad. Un conector entre varias de las autopistas urbanas centrales de esta ciudad. Un corredor donde a las bicicletas se les ha señalizado el camino invadiendo la acera y describiendo un recorrido imposible que muere en un contrasentido.

Navas de Tolosa hiper-motorizada (actualidad) - Foto de Pamplona calle a calle

La Batalla de las Navas de Tolosa debería producirse cuanto antes y debería perseguir su peatonalización para dejar de ser un muro motorizado y pasar a ser un paseo exclusivo para medios no motorizados, acceso al Centro, al Casco Viejo, al Paseo Sarasate y al Parlamento. Como se hace en las fiestas patronales, fechas en las que curiosamente la ciudad multiplica sus peatones y también los automovilistas y en los que se puede renunciar a esta autopista, lo que representa una prueba inequívoca de su carácter prescindible.

No debería ser una guerra cruenta (nunca tan humillante como la que se está produciendo en esas aceras) pese al empeño de nuestras autoridades automovilistas de pertrecharnos para la batalla con cascos, chalecos, bocinas y luces de combate. Debería ser más un proceso lógico, deseable y deseado, pero...

Tropas ciclistas caminan por una calle con sus perceptivos cascos, luces y timbres de aviso