lunes, 22 de septiembre de 2014

Andar en bici es para vagos

Era una sospecha más que fundada, pero queda constatado. Andar a pie es lento y penoso, al menos para desplazarse. Y requiere un esfuerzo que, comparado al de la bici, es mucho mayor. Esta es el primer resultado de la aventura que he iniciado como peatón. La otra es que es mucho más peligroso, sobre todo cuando se trata de cruzar pasos peatonales semaforizados con las orejas abiertas al tráfico en ámbar.

Efectivamente, la bicicleta es rápida, cómoda y fácil, y eso lo ha descubierto cualquiera que la ha probado. Su éxito radica en eso. Y muchas de las personas que se han decidido a utilizarla de manera habitual son gente que anteriormente caminaba y que ya no quiere caminar tanto. El salto modal, el cambio de forma de desplazarse, en ciudades pequeñas y medianas donde mayoritariamente se hace a pie, se produce muchas veces en este sentido y por esta causa tan trivial.



Por eso y porque la bicicleta tiene un alcance mucho mayor, pero mucho, que hace que te puedas proponer viajes o extensiones de viajes mucho más ambiciosos sin apenas esfuerzo. Viajes que nunca te propondrías hacer a pie o en transporte público y difícilmente en coche. Ese es el gran descubrimiento y por eso la bicicleta no puede presentarse como un sustitutivo del coche, de la marcha a pie o de cualquier otra forma de locomoción. Porque es mucho más que eso.

Además la bicicleta te permite hacer itinerarios mixtos, combinando carreteras, calles, parques, zonas peatonales y carriles dedicados, siendo el único vehículo que puede hacerlo, lo que hace que su eficiencia sea mucho mayor, pero también que los viajes sean entretenidos por variados y especialmente agradables al aprovechar zonas de interés, tranquilas y de tráfico amable, permitiendo disfrutar de ellas.

Andar en bici cuesta poco, en todos los sentidos. Alejemos pues la idea de que esto es un reto reservado sólo a iniciados y deportistas. Andar a pie sí que cuesta, al menos esfuerzo y tiempo.

2 comentarios:

  1. ¡Muy grande!. Describo mi último trayecto: estoy cansado después del trabajo. Por suerte, mi bicicleta está en la puerta de mi edificio. Mis compañeros andarán hasta su aparcamiento. Se supone que he de pedalear hasta mi casa, pero el trayecto tiene una suave pendiente hacia abajo. No hay nada que hacer. Si llevara el pulsómetro (no lo llevo, pero otros días lo hecho) no paso de la mitad de la frecuencia cardiaca máxima. Las pulsaciones me subirían más en una pequeña discusión. Me dejo caer, el pedaleo es suave. Paro en cada semáforo (para recuperar). Al final, para evitar dar un rodeo, decido convertirme un rato en peatón (un paso de cebra y una acera) y enlazo con otra calle. Una bajadita más y ya estoy en casa. De puerta a puerta. Suave, sin esfuerzo... y, por alguna extraña razón, hay quien piensa que acabo de hacer deporte. Por cierto, el mismo tiempo en recorrer estos 6,5 kms que cuando los hago en coche (25 minutos) y lo curioso es que no me importaría tardar un poco más.

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    1. Una pequeña aclaración: si en coche quiero tardar 25 minutos para llegar a casa, en realidad he de realizar otro recorrido, que es algo más largo (12,5 kms. aprox.). Si lo intento hacer en línea recta, como en la bici tardo un poco más de 25 minutos. Es decir, que en realidad en el coche voy al doble de velocidad que en la bici, en términos de kms/hora en el velocímetro, pero tardo lo mismo.

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