lunes, 29 de septiembre de 2014

De OCA a OCA (esto no es un juego)

Hora punta. Un coche medio subido a la acera con los cuatro intermitentes dados, una bici en el suelo y dos personas apoyadas en la valla de protección. No parece que sea un encuentro entre dos viejos conocidos que se hayan puesto a conversar, dejando a un lado sus prisas en medio de la vorágine. Más bien parece que una de ellas se está interesando por la otra que no se encuentra del todo bien. Más gente se acerca.

Esta situación es una vieja conocida entre los que nos desplazamos en las ciudades donde los ciclistas han decidido, solos, invitados por sus ayuntamientos o gracias a la inacción de éstos, circular por las aceras de una manera generalizada, haciendo caso omiso de las normativas, pero haciendo menos caso aún de las prevenciones que hay que tener para hacerlo y no jugarse la vida.


De OCA (Otro Ciclista Accidentado)

El caso es que cada vez nos parece más normal que esos ciclistas pretendidamente prudentes, que buscan su refugio fuera de la calzada, acaben siendo atropellados precisamente cuando cruzan las calles. De estos accidentes hay un montón cada día que no constan en ninguna estadística, simplemente porque no se levanta un atestado o porque no se da parte al seguro y los implicados tratan de entenderse porque ambos tienen algo que perder si no lo hacen.

Para muchos, el ciclista que es arrollado cuando cruza sorpresivamente una calle está pagando un pato que ha ido buscando de forma repetida y procaz, hasta que se lo ha encontrado. Es un juego de probabilidades. Un poco como los peatones que cruzan fuera de los pasos de cebra.

Para otros, el ciclista es una víctima de un orden circulatorio que se ha concebido sólo para beneficiar el tránsito de los automóviles y que no se preocupa por el resto de usuarios de las calles. Los que defienden este postulado normalmente justifican y hasta promueven la ocupación indiscriminada de las aceras como refugio ciclista a falta de infraestructura exclusiva para las bicicletas.

Pero hay unos pocos que sostienen que todo esto no es más que una triste consecuencia de que unos, los que quieren mantener las cosas como están, y los otros, los que quieren andar en bici seguros, no se dan cuenta de que la única manera de resolver esto es tratando de comprender que los ciclistas tienen tanto derecho de ocupar las calles como el resto de vehículos y que hacerlo en el sentido de la circulación y siguiendo sus normas es la forma más segura de que el resto de agentes del tráfico comprendan y respeten sus maniobras.

Foto de ¿Sabes dónde ciclas?

A OCA (Otra Calle Amable)

Esto pasa, por supuesto, por reconsiderar la ordenación del tráfico y, sobre todo, la priorización del tráfico motorizado en la mayoría de nuestras calles y de dar un tratamiento especial a los ciclistas en las calles de tráfico más denso o donde las velocidades relativas sean muy diferenciadas, pero pasa, sobre todo, por redefinir las relaciones vehiculares primando la seguridad de los más vulnerables, apelando al respeto y a la convivencia como mejores herramientas para conseguirlo.

Hay que volver a replantear de manera pública cuál es la misión de las calles y cuáles son los nuevos escenarios ante los que queremos actuar e interactuar. Es decir, hemos aceptado que las calles se conviertan en espacios de tránsito y aparcamiento para automóviles, renunciando a esos espacios públicos y nos hemos conformado con las aceras para hacer el resto de nuestra vida en la calle, dándole al tráfico una importancia y un predominio tal que, al cabo de apenas 5 décadas, se ha hecho incuestionable. 

Somos capaces de justificar cosas tan graves como el derecho de los automovilistas de acceder a su vivienda, a su trabajo y al resto de sus obligaciones y deseos a bordo de sus automóviles, somos capaces de justificar que los niños no puedan jugar libremente en las calles o desplazarse a edades más que razonables por el miedo a un atropello, somos capaces de justificar que esas aceras exiguas sean invadidas por veladores, merchandising y mobiliario urbano dificultando incluso el tránsito peatonal, somos capaces, en definitiva, de justificar cualquier cosa con tal de no cambiar nada y, sobre todo, de no desfavorecer el uso y el abuso del coche.



Y tiro porque me toca

Ya es hora de empezar a cuestionar este orden en serio. Y hacerlo no es defender la peatonalización de calles o zonas, que también. Cuestionar la "autocracia" de nuestras calles pasa por no estar dispuestos a reconocer el precio que debemos pagar todos porque unos cuantos quieran desplazarse en coche

Y es un precio que no sólo es dinero (para construcción y mantenimiento de carreteras y aparcamientos, para sufragar las consecuencias de los accidentes y en general todos los gastos de salud derivados de un estilo de vida sedentario y agresivo), es también espacio y tiempo.

Espacio público, que es de todos y que está dedicado en su mayoría para el uso disfrute de los automóviles en detrimento del resto de usos y usuarios. Espacio que, además, está terriblemente condicionado por la circulación de esos pesados rinocerontes de a tonelada por cabeza, que nos tienen atemorizados porque sus embestidas son mortales.

Imágenes de Copenhagenize
Pero también tiempo. Porque los tránsitos del resto de usuarios de las calles se ven dilatados en su interacción con el tráfico motorizado. Rotondas que difieren los itinerarios teniendo que describir tremendas circunvalaciones, pasos de peatones excesivamente secuenciados que obligan a quebrar la marcha lineal, semáforos discriminatorios que retardan abusivamente a los caminantes. El tiempo también se lo hemos cedido a los automovilistas para que ellos puedan llegar primero y mejor.

Si no somos capaces de darnos cuenta de todo esto, no podremos cambiarlo, y hay que reconocer que tenemos una gran dificultad para hacerlo precisamente porque hemos sido nosotros mismo los que hemos participado durante décadas en su construcción y en la justificación de los vicios que contraía.

3 comentarios:

  1. Tristemente, los coches tampoco respetan el derecho de prioridad de paso cuando circulas por la calzada. No es tan fácil como lo pintas en tu frase:

    "que hacerlo en el sentido de la circulación y siguiendo sus normas es la forma más segura de que el resto de agentes del tráfico comprendan y respeten sus maniobras."

    El coche que ve opción de pasar un poco antes que tú, te hace frenar aunque tenga una señal de ceda el paso de dos metros y un hermoso triángulo en en el suelo.

    En cada intersección tienes que tener en cuenta la probabilidad (alta) de que el coche que se acerca pase de las prohibiciones y te acorrale en la rotonda. De hecho, compartimos calzada como vahículos de segunda.

    Qué mas quisieramos.

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    1. Es verdad, no es suficiente con seguir las normas, si no que, además, es necesario saber cómo gestionar tu propia seguridad, saber comunicarse con los demás, saber ubicarse en la calzada, saber condicionar el comportamiento de los demás conductores, saber anticiparse a los riesgos. Por todo ello, te aconsejo leer el siguiente documento para evitar colisiones conduciendo la bicicleta en zona urbana: http://enbicialtrabajo.wordpress.com/consejos/consejos-para-evitar-colisiones-conduciendo-la-bicicleta-en-zona-urbana/

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  2. Muy bueno. ¡Llenemos la ciudad de ocas y de OCAs (otras calles amables)!

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