domingo, 3 de mayo de 2015

¿El siguiente por favor?

El tema de la movilidad se ha convertido en un lugar común, tanto que cualquiera puede opinar sobre ello y emitir juicios de valor y recomendaciones universales sin el más mínimo pudor. Esto que de por sí puede observarse como algo positivo (que hablen), resulta un tanto sospechoso cuando los que se aúpan al estrado son entidades de un corte tan marcadamente lejano al asunto de cómo nos movemos como el Consejo de Estado o, como ha pasado esta semana, la CEOE.

¿Qué le importa a la Confederación de Empresarios el tema de si la movilidad es más o menos sostenible si no es porque redunde en su resultado empresarial? ¿Qué le hace pronunciarse públicamente en este tema? Y lo que es mejor ¿qué tiene que decir?

Pues la CEOE ha decidido subirse al tren del eufemismo más recurrente en estos tiempos que es el de la sostenibilidad y lo ha hecho esta vez desde el vagón de la movilidad. Y así ha proclamado que es incuestionable la necesidad de reducir el uso de los coches en las ciudades y que hay que apostar por otras fórmulas como la potenciación del transporte privado, sobre todo del tren, del tranvía y del bus y del metro, pero, eso sí, en una gestión privatizada o en el peor de los casos semi-privatizada.


No está mal. Todo suma si de lo que se trata es de restar argumentos a favor de la utilización masiva del coche, sobre todo para trayectos urbanos. Aunque no sabemos bien qué pensarán algunos de sus asociados del tema: industrias del automóvil, del recambio, talleres de reparación, concesionarios, aseguradoras, financieras, funerarias, empresas energéticas, gestores de zonas de aparcamiento restringido, etcétera, etcétera, etcétera. Esta gente no tiene que estar nada contenta con este tipo de declaraciones públicas de sus presuntos representantes.

Lo que ya no resulta tan sospechoso es que la CEOE se haya olvidado de que la gente puede utilizar la bicicleta o caminar para sustituir muchos de esos viajes que actualmente hace en coche, pero esto, dada la circunstancia, casi es mejor para nosotros. Nos hace pasar desapercibidos y nos evita una situación comprometida.

Las bicicletas no representan nada para la CEOE y como mucho son un invitado molesto para la DGT o para el Consejo de Estado y sólo interesa en su versión electrificada, para repartir las migas del suculento pastel del Plan Pima Aire que ha sostenido (esto sí que es sostenibilidad) el sector de la comercialización de coches en este país desde el Ministerio de Medio Ambiente (¡sí señor). Las bicicletas siguen sin ser tenidas en cuenta aunque muchos ciudadanos, cada vez más, hayan decidido elegirla como medio de locomoción urbana, incluso a pesar de que haya sido uno de los pocos sectores emergentes en nuestra economía depauperada gracias a la proliferación de comercios, talleres, distribuidores e iniciativas que tienen a la bicicleta como objeto (empresas de bicicletas públicas, fabricantes de aparcabicis, aseguradoras, etc.).

Somos un grano en el culo. Un culo que sigue echando mucha mierda, un culo que cada vez huele peor porque cada vez trata de digerir más cantidad de basura y cada vez está más empachado. Lo peor es que nos estamos enquistando y no vamos a ser tan fáciles de quitar, si no es con una operación, porque nada indica que este organismo en el que nos encontramos quiera ponerse a dieta y rebajar el consumo de coches y sucedáneos motorizados.

Lo malo es que quizás estemos perdiendo la capacidad de sorprendernos ante los disparates y las estupideces, vengan del frente que vengan, porque cada vez son más frecuentes y más desafortunados. No sabemos quién se pronunciará mañana y cuál será su consejo pero, ¡qué más da! Lo importante es que se hable del tema para que forme parte del universo cultural en el que navegamos, que ya habrá ocasiones para dar un golpe de timón.

¿El siguiente por favor?

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