martes, 24 de febrero de 2015

Recortes de una realidad sangrante

Ojeando la prensa local de estos días se puede comprobar que, ante la ausencia de otras noticias que las relativas a la corrupción y al tiempo, hay poco de que hablar en los medios de comunicación. Por eso vuelven la mirada hacia problemas menores, presuntamente irresolubles o demasiado conocidos y que entretienen a la audiencia por representar lugares comunes donde la gente se siente reconfortada y cualquiera es capaz de emitir juicios, opiniones o despropósitos sin tomar partido.

Y las bicicletas, cómo no, vuelven a ofrecer ese tópico facilón y recurrente que tanto agradece el gran público. Ayer y hoy han sido portada alternativamente de los periódicos locales de mayor tirada en Navarra. Ayer hablando de robos de bicicletas y hoy de accidentes, en general, pero poniendo también el acento en los ciclistas, aunque la portada se la llevaran las rotondas.

Hojeando en páginas centrales compruebo que el análisis de los mayores problemas del tráfico en esta ciudad o, al menos, los que más accidentes generan lo hace un responsable del cuerpo de Policía Municipal de Pamplona y ahí ya se introducen los dos factores más determinantes: las rotondas y los ciclistas que cruzan pasos peatonales.


Esto no sería nada más que la constatación de una realidad sangrante, suficientemente denunciada y sobradamente anunciada desde este mismo espacio y desde otros muchos a lo largo y ancho de este país miserable, al menos con el tratamiento que se le da a los usuarios de la bicicleta por parte de las "autoridades competentes". No daría para más si no fuera por la profundidad con la que, esta vez, se trata el tema y por la prolijidad del interlocutor elegido por el reportero, que se despacha a gusto sobre estos temas.

A nosotros, que lo que nos interesa son las bicis o, quizá más, la visión de la movilidad en general y la perspectiva desde la que se perciben las bicicletas, es una oportunidad para extraer algunos pasajes que ayudan a comprender cuáles son las claves de una realidad que, por más conocida, no se afronta desde el ángulo adecuado.

Que las bicis se presenten como un peligro es parte de esa visión acomplejada y orientada por el dominio del automóvil. Que el accidente más repetido con diferencia entre los que utilizan la bicicleta sea el atropello lateral cuando se cruza un paso de cebra delata la desnaturalización de la práctica ciclista y la renuncia colectiva a la calzada que se ha generalizado, sobre todo entre las personas que se han incorporado recientemente a la utilización de la bicicleta en estas ciudades concebidas para coches.

Ahora bien, siendo todo esto comprensible, lo que no parece es que sea excusable que el determinismo de los que pueden colaborar en cambiar este orden de cosas reduzca el problema a una cuestión de infraestructuras, educación vial o entendimiento entre ciclistas y peatones. Las joyas que involuntariamente nos aporta el responsable de la Policía Municipal no tienen pierde.



Todo en orden:
  1. Es inevitable que los ciclistas, ante la imposibilidad de construir infraestructuras que segreguen su circulación del tráfico, se tengan que refugiar en las aceras.
  2. Hay que disculparles, porque nadie va a tocar el tráfico en esa ciudad consolidada, que para los profanos significa inamovible y para los menos profanos significa "la que no vamos a mover bajo ningún precepto" aunque se pudiera.
Tremenda la lógica aplastante que manejan los poderes establecidos y los agentes que velan por hacer cumplir con la ley que mantiene las cosas inalterables.

Ahora bien, cuando se le pregunta sobre los accidentes registrados en calzada el dato, que queda sumergido en la profundidad del artículo, es demoledor.


Apenas se registran accidentes en calzada y, de éstos, y el responsable municipal no lo dice, la mayoría tienen lugar en las malditas rotondas. Esas que no entiende nadie, ni los automovilistas para las que se diseñaron, pero en las que los ciclistas quedan doblemente desvalidos porque no concurren en igualdad de condiciones y desaparecen en el ángulo muerto de visión de los automovilistas.

Siendo tan claro como grave el panorama ¿por qué no se propone otra solución que la connivencia (que no convivencia) o la educación vial infantil? Pues porque no es labor de la policía proponer sino salvaguardar, probablemente.

Sin embargo, todos los que confirmamos, otra vez más, esta realidad no podemos quedarnos callados presenciando el deterioro de la situación ciclista y el confinamiento al que quieren someter a las personas que usan la bici, como si fuera lo más natural, siempre tratando de preservar la tiranía del tráfico automovilístico.

lunes, 23 de febrero de 2015

Organizaciones que se organizan para promocionar la bici a nivel comarcal

Las organizaciones sociales normalmente tienden a trabajar de manera individual y relativamente aislada, muchas veces por el puro celo de sus responsables, otras como resultado de la desvertebración social que han conseguido algunos grupos políticos tratando de capitalizar todas las iniciativas cívicas o fagocitando directamente movimientos asociativos. Esta desarticulación ha debilitado formidablemente a la sociedad civil y ha coartado su capacidad de formar redes sociales (y no precisamente a través de internet).

Es por eso que sorprende que haya iniciativas coordinadas entre entidades de carácter social más allá de las propiamente federativas, mucho más si su objetivo es la promoción de la bicicleta. El ejemplo nos llega de la Ribera Navarra y se llama Recicleta, el mismo nombre de la famosa tienda de Zaragoza (que manda narices también). La Ribera Navarra, un lugar privilegiado para el ciclismo urbano y donde el uso de la bicicleta todavía mantiene índices que serían la envidia de otras zonas.


Recicleta Ribera es un movimiento que surge de la reunión de varios activistas de Tudela y alrededores y que aúna a entidades como Ecologistas en Acción y Biciclistas de Corella, la Escuela de Ciclismo Muskaria y el Módulo de Actividades Fisico Deportivas en el Medio Natural de la ETI de Tudela, con personas a título particular parece un buen intento de hacer fuerza y promover sinergias enriquecedoras.

Recicleta Ribera propone, además de la parte teórica o espiritual de la defensa y promoción del uso de la bicicleta como medio de locomoción, actividades y proyectos concretos: una Biciescuela para enseñar a andar en bici, un Centro Recicleta de recuperación de bicicletas para su reutilización y quedadas y talleres para ciclistas urbanos.

Enhorabuena por la iniciativa y a trabajar.

viernes, 20 de febrero de 2015

Cortinas de humo y bicicletas

Un programa europeo que persigue la mejora de los hábitats financia el proyecto Life+ Respira, que, liderado por la Universidad de Navarra en colaboración con CIEMAT y Gestión Ambiental de Navarra, trata de demostrar que es posible reducir la exposición de las personas que circulan en bicicleta y a pie por la ciudad a contaminantes atmosféricos urbanos.

Para conseguirlo van a mapear la calidad del aire prácticamente on-line, contando, entre otros, con la inestimable ayuda de unos cuantos ciclistas que voluntariamente se van a prestar a transportar unas estaciones sensoras móviles que van a transmitir sus registros cada 10 segundos, recogiendo datos a lo largo de sus itinerarios habituales durante 2 años para confeccionar un mapa que ayude a extraer conclusiones tales como: cuáles son las rutas preferidas por los ciclistas, cuál es la calidad del aire en las distintas zonas de la ciudad de Pamplona, cómo afectan elementos como el arbolado, la altura de los edificios, la anchura de las calles, la segregación del tráfico o la hora del día... un proyecto ambicioso que busca también ofrecer, mediante una aplicación, información en tiempo real que recomiende las rutas que menos exposición a la contaminación presenten en la ciudad.

Casi nada.

En la presentación pública del proyecto se manejaron muchos tópicos relacionados con la bicicleta como la exposición de los ciclistas a los elementos contaminantes, el necesario entendimiento con los peatones por la lógica ocupación de las aceras, la aportación de la bicicleta en el desarrollo sostenible y muchos otros que no merece la pena repetir. Allí estaban los voluntarios que se van a prestar a movilizar los sensores a pedales llenando el salón de actos del Planetario de Pamplona, un marco incomparable para acoger este evento y darle un carácter global a esta acción local aplaudiendo las intervenciones. Perfecto.


Sin embargo y en medio de la felicidad protocolaria que suele acompañar este tipo de presentaciones, llenas de esperanzas y buenos propósitos, algo destilaba una cierta autocomplacencia y un poco de escaparatismo verde y no precisamente entre los miembros de dicho proyecto. En los corrillos de después, esos que se forman de manera más o menos aleatoria tras el acto, se respiraba una cierta suspicacia sobre la eficacia de este tipo de iniciativas para cambiar inercias tan potentes como la que domina los asentamientos urbanos en nuestras latitudes en el tiempo presente y justifica la dependencia inevitable de los coches.

La gente, los de las bicis y los que no lo son tanto, están ya resabiadas y recelan de este tipo de iniciativas y de su capacidad de hacer algo más que constatar un estado de cosas.más o menos inamovibles. 

Claro que va a ser valioso tener un conocimiento profundo y pormenorizado de las variables que determinan la calidad del aire en una ciudad del tamaño y de las características de Pamplona. Claro que va a ser útil saber cómo deciden los ciclistas sus itinerarios y cómo les puede afectar el conocimiento de la contaminación en sus elecciones. Claro que va a ser curioso ver de qué manera influyen elementos tales como el arbolado, la estructura de las calles, la influencia del viento o la aplicación de pavimentos catalíticos que absorben partículas contaminantes. Pero ¿no estaremos afrontando el tema del impulso de la movilidad no motorizada desde un ángulo muy lateral y quizá demasiado complaciente?



Porque si no se trabaja sobre la posibilidad de cambiar la configuración de la ciudad, de reorganizar el tráfico motorizado, de desincentivar la invasión sistemática de los coches de los núcleos urbanos, quizá todo este esfuerzo no se quede más que en algo bonito, interesante pero anecdótico.

O quizá un mapa que enseñe cómo la contribución indefectible en la mala calidad del aire producto de la promoción del abuso del coche que se sigue haciendo en ciudades como Pamplona (incluso paralelamente a un pretendido impulso de la bicicleta o un testimonial apoyo al transporte público) sirva para concienciar a los ciudadanos de la capital navarra y, de paso, al resto de los que los que se quieran enterar, de que mantener las cosas como están y seguir teniendo autopistas urbanas que diseccionan nuestras ciudades y aparcamientos céntricos que incentivan el uso del coche es, no sólo inaceptable, sino improrrogable por afectar directamente a nuestra salud. Nosotros vamos a empujar en este sentido.

No olvidemos que la contaminación mata mucho más que otros agentes en nuestras sociedades modernas y pretendidamente desarrolladas y la utilización del coche es el principal causante de esa contaminación en nuestras ciudades.


Os mantendremos informados, de primera mano.

lunes, 16 de febrero de 2015

Elecciones que cambian la vida

Estamos inmersos en la vorágine preelectoral, ese proceso que ocupa prácticamente una cuarta parte de la vida política, algo que sólo puede darse en ese mundo ficticio, porque a nadie se le ocurriría hacer ese tipo de paréntesis en la vida real. Paréntesis que dura casi un año y donde toda la actividad de nuestros políticos se reduce a hacer buenos propósitos y a venderlos a la población que tiene que comprarlos a cambio de un voto que es un crédito para cuatro años. A eso, y a desacreditar a los demás.

Ahora nos va a tocar escuchar toda esa colección de buenos deseos, de propuestas de cambio y vamos a creer que todo esto va a depender, otra vez, mucho más de esa clase, la política, de lo que en muchos casos es la realidad. Es decir, que, aunque es innegable la necesidad de delegar la representación en unos cuantos elegidos para que lleven las riendas del aparato del estado y para que tomen las decisiones relevantes en los aspectos colectivos, ¿no es cierto que a veces, muchas veces, los cambios que afectan a nuestras vidas dependen más de nosotros mismos que de los responsables de regir nuestras instituciones y de decidir con qué normas se organizará nuestra sociedad? Entonces ¿por qué descargamos tanta responsabilidad en ellos y tan poca en nosotros mismos?


De decisiones tan aparentemente nimias como elegir de qué manera nos vamos a mover va a depender, en buena parte, nuestro estado físico y anímico, nuestra economía y una de nuestras aportaciones a la ecología urbana. La elección de pedalear o de caminar, en la medida de nuestras posibilidades, puede cambiar nuestra manera de vivir de una manera mucho más decisiva de lo que sospechamos.

Sí, estamos entrando en periodo de elecciones y hay muchas esperanzas puestas en los cambios que pueden suceder a las mismas, pero no tratemos de descargar toda la responsabilidad de los cambios que pueden afectar a nuestras vidas en los políticos, porque estaremos perdiendo la oportunidad de hacer cambios personales que pueden ser tan decisivos o más que los que necesitamos en nuestra sociedad y en nuestras instituciones.

Así pues, caminemos y pedaleemos, rodemos. Cuanto más mejor y cuantos más mejor. Mejor para todos y mejor para cada uno. Así de simple. Para ese tipo de elecciones, por suerte, no necesitamos del concurso de los políticos.

miércoles, 11 de febrero de 2015

No es el humo, son las velas

Leemos con pretendida satisfacción conformista, esa que consuela a los que no hacen nada y luego recogen los frutos, que algunas ciudades, cada vez más, están limitando el acceso a los coches a los centros urbanos por problemas relacionados con los niveles intolerables de contaminación que generan, y nos ponemos contentos porque nos parece que el mundo nos está dando la razón, o porque nos da la impresión de que los políticos están empezando a darse cuenta de que aquí hay un problema de movilidad y están actuando en consecuencia, o algo así, y resulta que es mentira. Mentira o trampa, que para el caso es lo mismo.

¿Es realmente la contaminación el gran problema que adolecen los centros urbanos como consecuencia del uso indiscriminado de los coches particulares? ¿O es tan sólo uno de los problemas consecuencia de ello? ¿Es acaso menos importante la ocupación del espacio, la peligrosidad, la violencia vial, la contaminación acústica o el condicionamiento en la disposición y uso de los espacios públicos?


¿Entonces por qué nos conmueve tanto que los responsables de la gestión de nuestras ciudades sólo actúen ante unos indicadores y hagan caso omiso del resto de efectos nocivos que conllevan los mismos causantes? O lo que es lo mismo ¿alguien cree que si se vuelve a cumplir con los índices de nivel de contaminación París o Madrid no volverán a soltar riendas?

Ni siquiera es la famosa tasa de congestión la que debería guiar la planificación estratégica de nuestras ciudades, esa es sólo otra herramienta, otro argumento. Nada más. Como las políticas centradas en la gestión del aparcamiento. Si no trabajamos desde la gestión de la demanda de movilidad, para reducir viajes motorizados en origen, el resto de medidas sólo harán un efecto disuasorio residual.

Hasta que no seamos capaces de darnos cuenta de que sólo a través de una visión integral y multidisciplinar de la ciudad como un ecosistema se puede enfocar el tema de la calidad de vida urbana, no podremos actuar sobre ella de una manera efectiva y todo serán parches y actuaciones marginales. Y dentro de ese ecosistema urbano, hasta que no veamos que no es una cuestión de humos, ni de víctimas, sino de un estilo de movilidad inducida, no estaremos en disposición de reducir el parque automovilístico en circulación y no podremos atajar los problemas de fondo que arrastra.

Claro que eso es mucho más complejo y conlleva cambios de mucho mayor calado, empezando por las estrategias territoriales y pasando por políticas urbanísticas y reconfiguración de pueblos y barrios enteros, pero  ¿qué se merecen nuestras ciudades enfermas, cuidados paliativos que dulcifiquen una decadencia irreversible o un tratamiento de choque que busque su mejoría y su salubridad?

sábado, 7 de febrero de 2015

No es país para bicis

Nos quejamos mucho. Nos gusta quejarnos. Nos lamentamos continuamente de todo. De lo mal que nos va, de lo ineptos que son nuestros políticos, de la escasa cultura social que hay en nuestro país. En los temas de la bici nos encanta decir eso de que aquí no hay cultura de su uso, y que los responsables de ordenarlo, su generación y la siguiente, no han utilizado bicicletas para desplazarse y por tanto no saben cómo hacerlo ahora que parece que la cosa resurge. Se supone que eso sirve para justificar lo mal que se están haciendo las cosas. Pero ¿vale también para explicar por qué las cosas van a peor?


Entonces ¿por qué ahora estamos más atrasados en muchos aspectos de lo que lo estábamos hace unos años? ¿Qué ha pasado? O mejor ¿qué no ha pasado?

Pues lo que ha pasado es que, pese a que el uso de la bicicleta ha crecido de manera exponencial al menos en su vertiente urbana en los últimos años, los responsables de regular el tema han promovido un proceso regresivo para con la bicicleta, encabezado por la Dirección General de Tráfico, pero amparado por muchos estamentos, e incluso mejorado por entes tan circunspectos como el mismísimo Consejo de Estado, que no ha tenido inconveniente en pronunciarse literalmente en contra del uso de la bicicleta como alternativa al coche hace escasas fechas.

Cascos, licencias, seguros, chalecos, prohibiciones, controles... esto es la guerra

De acuerdo con esta lógica, todo lo que sirva para alimentar esta estrategia será bienvenido, si aporta unas buenas dosis de miedo, de paternalismo y de boato, pues mejor.

Esta semana ha sido la más que sospechosa Cátedra de Seguridad Vial y Movilidad del Instituto Internacional de Ciencias Políticas la que ha empujado para dificultar la práctica ciclista, a través de la recomendación de la utilización de herramientas tan disuasorias como la obligatoriedad del uso del casco, la necesidad de matricular las bicis o la exigencia de hacerse con un seguro, además de recomendaciones peregrinas como llevar una matrícula impresa en un chaleco obligatorio o hacer controles de velocidad en zonas peatonales, entre otras. El informe titulado "Primero los peatones" no tiene desperdicio. Basta ver la composición de esta entidad para entenderlo.

Otra partida de sabihondos procedentes de los poderes establecidos dándose la razón mutuamente, en una sociedad subdesarrollada en temas de movilidad, en la que todo lo relacionado con la utilización de la bicicleta se traduce como peligroso, que se pondrían en evidencia en cualquier sitio menos aquí, entre sus semejantes. Ni un solo representante de los intereses de los ciclistas ni de los peatones en esos foros selectos, por supuesto, pese a que su finalidad declarada sea la de "realizar investigaciones científicas, para mejorar la seguridad en las carreteras y defender a los más vulnerables en materia de movilidad entre quienes se encuentran los peatones, los ciclistas y los motociclistas".

Los ciclistas entendidos como una clase

Y es que aquí hay todavía mucha gente empecinada en ver a los ciclistas como una clase o, casi más, como una tribu indeseable. Resulta cómodo cuando se trata de generalizar conductas reprobables, aunque sean minoritarias, y proponer medidas correctoras, éstas sí para todos. 


Y resulta que eso ya no es así desde hace tiempo. Se puede constatar en un simple paseo por las calles de muchas ciudades: los ciclistas, además de variopintos, circulan con naturalidad y con frecuencia desde hace ya muchos años, y la inmensa mayoría lo hace de una manera respetuosa y amable. Gente de distintas edades, procedencias, perfiles, actitudes y orientaciones. Proporciones cercanas al 10% del total de desplazamientos se traducen en que hoy en día en muchas ciudades hay ya 1 ciclista por cada 4 automovilistas o por cada 6 peatones y eso no es algo que se pueda desdeñar así a la ligera.

¿Dónde está el problema entonces?

Pues el problema está precisamente en la opción. La bicicleta no es la opción deseable. Lo que pasa es que mucha gente no lo quiere reconocer, no les gusta. O no les interesa. A los del establishment, a los de los poderes fácticos, a los de los bancos, las aseguradoras, la industria automovilística, las energéticas, las inmobiliarias y a todos los que chupan de sus botes no les interesa que esto suceda, menos aún en los tiempos que corren. Las bicicletas no mueven la economía y lo que hace falta ahora es mover la economía y eso se hace en coche. Punto.


Que los alemanes, centro operativo de gran parte de esta inercia estratégica, estén impulsando el uso de la bicicleta en sus ciudades no debe despistarnos. Que los franceses estén pagando un subsidio a los trabajadores que acudan en bicicleta a sus puestos de trabajo, tampoco. Que en ningún país europeo sea obligatorio el casco, la licencia. el seguro o el chaleco no les llama la atención. La miopía de nuestros gobernantes no les da ni para mirarse en los espejos que a ellos más les gustan. Porque no vamos a hablar de Holanda, Dinamarca, Bélgica, Suiza o Suecia, que esos no vienen a cuento ahora.

La solución para los problemas de la bicicleta no pasa por achantar a los ciclistas

No podemos consentir que se siga zarandeando de esta manera a las personas que han decidido utilizar la bicicleta para desplazarse, echándolas contra los peatones o contra los coches, o poniéndolas en la picota pública como incívicas y haciéndolas responsables de lo que no es atribuible más que a la falta de adecuación de las condiciones de ciclabilidad de nuestras ciudades, precisamente a ellas que no son sino las víctimas de un ninguneo que ya es demasiado sangrante, simplemente porque unos cuantos quieran seguir manteniendo intacto un estado de desarrollo que tiene en el coche y en la deslocalización dos de sus bastiones más importantes.

viernes, 6 de febrero de 2015

El ciclista, el "flow" y las reglas de los coches

Parece que, cuando se cuestionan las normas, se levantan ampollas y el solo hecho de mencionar una cierta rebeldía se interpreta como una apología de la temeridad y de la falta de respeto y una justificación del incivismo. Cuidado. Cuidado con confundir respeto con legalidad y cuidado con asociar norma vigente (u orden establecido) con seguridad y ejemplaridad. 

Vivimos en unas ciudades y en unas calles que se han decidido acondicionar al uso prioritario de los coches, relegando cualquier otro uso a un segundo plano. En esas estructuras viales formidables que hemos adaptado para que los coches y sólo los coches funcionen, los demás tienen que vérselas y deseárselas para circular, estar, jugar, pasear o lo que quiera hacerse en ese espacio público.

Es por eso que, cuando tratamos de interpretar cómo debemos los ciclistas actuar o comportarnos en ese medio, necesitemos explicar demasiado y demasiadas veces las mismas cosas. Porque lo de "respetar las normas" se queda corto cuando lo que se trata de explicar es cómo debe hacer un ciclista para circular seguro en medio del tráfico, cómo debe posicionarse en incorporaciones, rotondas y ramales, qué debe hacer para afrontar con garantías un cruce desde una vía segregada o, el colmo, cómo debe actuar si lo que trata de hacer es aprovechar un paso peatonal.


Nos ponemos nerviosos con la sola mención de la insumisión a la ley porque consideramos que bastante denostados estamos los ciclistas como colectivo como para, encima, tratar de aconsejar que se relativicen algunas normas que son tan rígidas como lo requieren los coches. Los semáforos son el ejemplo más sangrante de ordenamiento sólo en clave automovilística.

Sin embargo algunos inconscientes seguimos y seguiremos recomendando prácticas ilegales como interpretar los semáforos de regulación peatonal como meros pasos de peatones, hacer de las incorporaciones hacia la derecha meros cedas el paso o utilizar con respeto los pasos peatonales para hacer más seguros algunos giros, por ejemplo.

¿Por qué? Porque son seguras y porque la bicicleta necesita fluir. El "flow" que diría un rapero es la clave de la eficiencia de la bicicleta. Un ciclista no puede estar parando y arrancando continuamente como lo hacen los coches porque requiere demasiado esfuerzo físico y pierde su esencia y su eficacia. Es por eso que las ciudades cuadriculadas y con semáforos prácticamente en cada cruce de calles son especialmente malas para las bicis. Barcelona a la cabeza.

Muchos interpretarán esta actitud como egoísta, "ciclocéntrica", chulesca o simplemente incívica y provocadora, pero lo harán porque dan por sentado que infringir o relativizar una norma significa incumplir todas y que eso sólo sirve para alentar a los energúmenos y dar cobertura a cualquier desmán a bordo de una bicicleta.

No. Deberíamos poner el respeto por encima de la ley y recurrir a la ley sólo ante una falta clara de respeto. En todos y cada uno de los casos. Porque, de lo contrario, estaremos maximizando y sacralizando normas que, muchas veces, han sido formuladas para recoger los intereses y las exigencias y para garantizar la seguridad vial de tan sólo unos cuantos ciudadanos.

Las bicis no son coches y las normas de circulación y la regulación del tráfico están fundamentalmente concebidas para los coches o para el concurso eficiente de los coches. Tampoco son peatones, hermanos menores del tráfico, sometidos a las condiciones de los motorizados. Si no entendemos esto no estaremos siendo justos y ecuánimes en el tratamiento de estos vehículos humanos que son las bicicletas.

Por cierto, algunas de estas "ilegalidades" a las que nos referimos ya están permitidas en algunos países lejanos como Francia, por ejemplo. Imaginaros que eso ha ocurrido así sólo porque ellos son mucho más civilizados que nosotros, no porque hay un historial de muchos años de ciclistas infringiendo cortésmente esas normas.

lunes, 2 de febrero de 2015

Con 4 copos de nieve basta

Vivimos esta semana un temporal de los de antaño. Unos días en los que la nieve nos visita y nos hace recordar que todo lo que no sea calzada se pone impracticable. La nieve deja al descubierto la realidad más cruel y más ingrata de las ciudades en las que sólo importan los automóviles.



Basta una tarde de nieve de la buena, de esa que cuaja y deja todo más blanco que la leche para darnos cuenta de lo miserables que son las opciones de movilidad que no sean motorizadas, por calzada y, además, potentes.

En esos días en los que las calles se quedan reducidas a la mínima expresión circulatoria, la discriminación de los más lentos se hace más patente que nunca. Ahí es cuando todos los medios se vuelven a poner a disposición de los automóviles y donde todos los demás sufren pacientemente su miseria.

Aquí es donde queda claro que eso de la movilidad no motorizada es un camelo y donde se puede obviar incluso a la mayoría de la población (que se desplaza a pie), sin que ello suponga nada. Las excusas son múltiples: no hay medios suficientes, los medios más eficaces son motorizados y sólo pueden actuar en calzada, los peatones prefieren utilizar medios motorizados o los ciclistas, en su sano juicio, dejarán la bicicleta para mejor ocasión.

No les falta razón, vista la situación y entendido que esto no va a cambiar de la noche a la mañana, la gente sufre con resignación su humillación. Hemos entendido el mensaje: no son buenos tiempos para algo que no sean coches. Al menos en estas latitudes.

Porque curiosamente en otras latitudes, en países y en ciudades donde nieva más y dónde tienen mucho más invierno y menos luz que nosotros, han buscado soluciones y han invertido en garantizar oportunidades para todos los modos, independientemente de por dónde se desplacen.

domingo, 1 de febrero de 2015

La insumisión, ciclistas, es el primer paso hacia la revolución urbana

La rebeldía, el inconformismo, la transgresión de las leyes que nos discriminan, que nos ponen en peligro, que nos despotencian, que hacen que nuestra opción de movilidad se vea cercenada y reducida a una colección de situaciones descabelladas, de refugios ficticios, de desencuentros con peatones, con automovilistas, con otros ciclistas y hasta con nosotros mismos al sentirnos estúpidos tratando de seguir unas indicaciones absurdas... parece que es el único camino lógico, aunque no resulte sensato decirlo.

Y parece que es el camino que muchos a nuestro alrededor han decidido tomar, para desánimo de los que creen que el orden establecido es el único orden posible y que dejar las cosas como están es la única manera de que todo funcione.


Pues no, queridísimos conservacionistas de la tiranía del automóvil, vuestro orden no es el del resto, vuestras reglas no nos valen a los ciclistas, ni a los peatones, ni a los niños que quieren jugar, ni a la gente que quiere disfrutar de la calle libremente y con seguridad. Y no sólo no nos valen y por eso tantas y tantas veces no las seguimos, adrede, sino que no nos vamos a conformar y vamos a seguir transgrediéndolas y vamos a fomentar que se haga, hasta que consigamos que se cambien.

No hay otra forma de darle la vuelta a esto. Porque ya lo hemos intentado por la vía de la obediencia, de la paciencia, de la esperanza y hasta de la súplica, pero no ha funcionado. Siempre os las componéis, los "autoinmovilistas" para devolver las aguas a su cauce y velar por que los coches sigan siendo los dominadores de las calles y de las carreteras.

Con prudencia, con prevención, con instinto de conservación pero con determinación, con descaro y con elegancia, sigamos infringiendo esa ley que no nos recoge, que no nos incluye, que no nos comprende y que no nos ayuda a andar más seguros y a entendernos con los demás.

Hasta que la ley del tráfico, la ley de la tiranía del automóvil, la ley de la ocupación de la calle por los más fuertes, la ley de la velocidad y el peso siga vigente y nos someta, lo único que nos queda es la insumisión. Asumiremos las consecuencias de saltarnos algunos semáforos, de aprovecharnos de algunos pasos peatonales, de atajar por diagonales, de hacer algún contrasentido, de no llevar casco y de ocupar más espacio del que se presupone que tenemos asignado.

No hay otra si queremos que esto cambie, que se produzca una verdadera revolución urbana, una revolución en la forma de entender el espacio público, una revolución que busque el bien común. la igualdad de oportunidades, la accesibilidad universal y la democratización de la calle y de la sociedad en general.