lunes, 15 de junio de 2015

El cambio que viene... a pedales

Hemos visto que los resultados de las elecciones municipales en muchas de las principales ciudades de nuestro mapa ha significado un cambio radical de color en muchos ayuntamientos y eso, en ciudades con largas trayectorias monocromas, se agradece. Más cuando, para constituirse, han requerido de un proceso de entendimiento entre diferentes fuerzas porque se han acabado las apisonadoras de las mayorías absolutas y eso ha obligado a los candidatos a buscar puntos de encuentro que acercaran propuestas programáticas y voluntades comunes.

Da gusto ver gente nueva en los ayuntamientos. Gente ilusionada con que esta realidad, por más cruel y dramática que se presente, se puede cambiar y también con vocación de ostentar menos y trabajar más y más cerca de la ciudadanía que la generación anterior de políticos que, gracias a la alternancia y a la abulia de casi todos los partidos minoritarios, se habían apoltronado, acostumbrados a repetir las mismas caras y ocupados más en atender su continuidad en las listas cerradas de sus siglas que en lo que realmente deberían ocuparse, que es a gestionar la cosa pública de acuerdo a las demandas ciudadanas.

La alcaldesa de Madrid en bicicleta (Foto: Sergio Pérez)

Esa nueva hornada de políticos, muchos de ellos veteranos y curtidos en batallas sociales, ya le están dando un aire nuevo a la cosa pública, al menos a nivel municipal. Ya se ven los primeros destellos de esas nuevas maneras en las bajadas de sueldos o en la forma de desplazarse a sus obligaciones. Alcaldes y parlamentarios que se desplazan en bicicleta o en transporte público, rompen con una generación de políticos dependientes de sus coches oficiales para hacer cualquier desplazamiento, incluso urbano.

El alcalde de Valencia en bicicleta - Foto: Miguel Lorenzo

Como guiño vale, pero los guiños nunca son suficientes, lo que vale es la mirada, la perspectiva y las actitudes valientes mantenidas en el tiempo. De ahí manarán las actuaciones definidas y decididas que busquen cambiar de escenario, que asuman riesgos, que planteen nuevos retos y que trabajen por conseguirlos. Porque lo fácil es la pose, regalarse unas declaraciones para la galería y hacer posibilismo con etiqueta renovadora.

Ahora es el momento de ser exigentes con los que dicen que pueden cambiar las cosas, ahora es el momento de no conformarse con que el político de turno haga declaraciones con una bicicleta y una sonrisa, ahora es el momento de demandar apuestas atrevidas que vayan más allá de habilitar algún pasillito más para bicis o para buses o de tener un tranvía o buses de mayor capacidad. Si no es a costa de poner en aprietos al coche esto se puede quedar en unas cuantas cosas simpáticas y poco más.

No nos quedemos en las formas, por favor.

martes, 2 de junio de 2015

Mantener a los ciclistas amedrentados

Esa parece que es la estrategia entre muchas instancias en este país de locos en el que vivimos, donde el coche sigue manteniendo un nivel de privilegios que no existe ni en sociedades tercermundistas. El gobierno que lleva ya 5 planes de promoción de la venta de coches nuevos, vía subvención, necesita saber que toda la población comulga con los intereses de una industria que no representa más que el 10% del PIB. Si eso implica meter dosis de miedo respecto a las alternativas a esta opción, no se duda ni un momento en administrarlas secuenciadas, pautadas, como se administran los medicamentos. Si se identifican opciones emergentes, entonces se monta una campaña de acoso y derribo. Mediática, intensiva, lo que haga falta.

La Dirección General de Tráfico del Gobierno de España, dedicada a garantizar que se mantengan intactos los privilegios de los coches y fluida su circulación, ha entendido perfectamente la encomienda y, jugando obscenamente con la herramienta del Reglamento General de Circulación, se ha dedicado durante ya van para 4 años, a lanzar bulos, amenazas y soflamas alrededor de los peligros que acechan o que se contraen en la práctica de la bicicleta, en ciudad y en carretera.

Y han metido el morro en las ciudades, inmiscuyéndose en lo que hasta entonces era un criterio municipal, dando directrices que luego no se convertían en normas, advirtiendo de circunstancias que no iban a consentir o propinando una patada a toda una generación mediante un decreto que hizo obligatorio el uso del casco para menores de 16 años.


Lo que lleva un tiempo circulando son ya palabras mayores, pese a que no sean más que recomendaciones de un grupo de "expertos" al servicio del lobby automovilístico o, en el mejor de los casos, miopes de necesidad. Esa reunión de interesados propusieron la descabellada e inoportuna (o todo lo contrario, dependiendo de cuál sea la perspectiva) batería de medidas para controlar y neutralizar el crecimiento inusitado de la bicicleta de los últimos años.

Licencias, matrículas, seguros, cascos para todos... no se escatiman propuestas de medidas coercitivas que por un lado sirvan para demostrar que eso de la bicicleta es peligroso y por otro para disuadir a muchas personas de usarla o de elegirla por los inconvenientes que conlleva.

Ahora sólo hace falta convencer a la autoridad fiscal en aquella ridícula demanda histórica de que las bicicletas o mejor dicho los ciclistas paguen impuesto de circulación por utilizar las calles y carreteras y por aparcar en suelo público. Tiempo al tiempo que a esta gente aún le quedan agallas y legislatura para esas amenazas y para más.

lunes, 1 de junio de 2015

Zona de exclusión de coches en areas escolares

En el desarrollo orgánico de la Ley Anti-Coche que se debería promulgar en la legislatura entrante o en las Ordenanzas Anti-Coche que pueden servir de puente hasta la aprobación de dicha ley, un punto que reviste especial importancia por su transcendencia generacional y por representar uno de los factores desencadenantes de mayor conflictividad motorizada es el tratamiento especial que debe darse a los entornos de los centros escolares, sobre todo en las horas de entrada y salida.

Las zonas que acogen centros educativos suelen presentar niveles de saturación motorizada y de violencia vial extremos en las horas punta. Prisas, sustos, maniobras violentas, encontronazos, atropellos, broncas... todo por dejar acceder hasta la puerta a los padres a bordo de sus coches con todo el caos y la agresividad que ello provoca, agudizada en muchos casos por un sentido de sobreprotección mal entendido por parte de muchos padres.


La propuesta es sencilla: prohibir el acceso de los coches en un radio mínimo de 200 metros de las puertas de acceso a los centros educativos en horarios de entrada y salida. Si se consigue, es fácil deducir que sólo por dispersión y por inconveniencia, la fórmula serviría además para mejorar la calidad del espacio circundante a los centros y hacer más agradable y más saludable estos momentos de encuentro y despedida. Sólo con alejar los coches y las segundas filas.

La puesta en práctica es lo complicado. Ya sólo la intención de impedir a los padres acceder en coche se entiende como una afrenta y como una violación de un derecho fundamental inherente a la paternidad o algo así. Cuando ya se pone en marcha, la cosa reviste una problemática mayor ya que de los comentarios y opiniones se suele pasar al enfrentamiento personal y hasta a la descalificación hacia los encargados de velar por el cumplimiento de la medida. Demencial pero cierto.

Nada, de todas formas, que no pase en otros escenarios. Lo grave y preocupante es que en estos desencuentros los niños no son sólo coprotagonistas y sino espectadores de excepción de las actitudes de sus padres y de los padres de sus compañeros, lo cual agudiza el problema porque les ayuda a interiorizar comportamientos que pasan a formar parte de su bagaje personal y que reproducirán en el futuro con emulación casi genética.